De amaños, corrupción y daños varios está escrita la historia reciente de la Selecta y la Fesfut. La herencia es pesada y los aficionados están decididos a no permitir nada más que siga erosionando su amor por el equipo nacional. Pero los actuales protagonistas están haciendo poco para cambiar la historia.
Durante la semana se enfrascaron en una guerra que lo único que hace es seguir hundiendo a la Selecta.
Los aficionados azules pedían otra realidad. Un equipo unido y generoso con ilusiones de hacer un papel decoroso. Unos dirigentes con convicciones para ponerse al frente de un fútbol “renovado”, tras el escándalo de la “generación perdida”.
Lo jugadores piden reivindicaciones y están en su derecho. Denunciaron carencias que no son dignas para un equipo que pretende competir con dignidad. No fue la medida más inteligente dejar de entrenar con el tiempo como enemigo de cara a las eliminatorias. Pero sus pedidos no tienen el mínimo punto de comparación con los jugadores que vendieron partidos…
Los directivos se vieron acorralados. Y lejos de pensar en lo mejor para el fútbol, solo tuvieron la pésima idea de dar a conocer cifras para poner a la afición contra los jugadores. Tan absurdo como pensar que la Interpol investigue este caso.
Malacrianza es la muy buena película salvadoreña de Arturo Menéndez, altamente recomendable. Además de mostrar la cruda actualidad del país, detalla sucesos insólitos y negativos que son parte del día a día salvadoreño… El fútbol y la Selecta no escapan a esa realidad cotidiana. Lamentablemente.