¿Quién se los iba a decir?

Varios de los seleccionados ni siquiera se imaginaron que iban a estar en el Azteca

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En primer plano, con el balón, Santos Ortíz.

/ Foto Por Douglas Urquilla

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-11-09 9:32:00

La selección nacional se mide el próximo viernes contra la selección mexicana, dentro de las eliminatorias mundialistas.El país entero estará pendiente de lo que ocurra en el Estadio Azteca a través de la magia de la televisión, en tanto un pequeño grupo hará compañía a nuestros jóvenes guerreros para que nadie les cuente nada. Es que la selección ha sido una tradición nacional, es el equipo de todos e involucra a grandes y pequeños, a débiles y poderosos, provocando un fervor nacionalista que va más allá del ámbito deportivo. Y en ese contexto cada quien se apasiona en mayor o menor grado, pero son muy pocos los que pueden sustraerse a ese influjo.

Ver unida a la gente vestida de azul, siempre ha sido reconfortante, con una ansiedad colectiva que brota espontáneamente, un sentir del pueblo que se nota en las calles, los parques los buses, que en las barriadas se grita de ventana a ventana entre la ropa tendida o como una linda excusa para brindar con los amigos.Es que cuando hablamos de la Selecta nadie comenta por lo bajo, ni anda con formalismos para distinguir entre las palabras buenas o malas; se dicen las cosas como nos viene en gana y mucho más si está en juego un resultado decisivo. Por eso es importante describir el ambiente, para llegar a comprender la dimensión que puede tener un resultado adverso, para pedir cordura ante una situación negativa, y celebrar a lo grande una actuación positiva pero sin caer en los excesos.

Dentro de todo ese acontecer en los últimos tiempos han pasado tantas cosas desagradables, desde el castigo de por vida a los tristemente célebres amañadores y luego los muchachos que llegaron de recambio y pidieron mejoras, justas a todas luces, pero que equivocaron el método. 

Les pasó lo mismo que al estudiante que tiene el examen decisivo y para protestar no se le ocurre otra cosa, que la genial idea de dejar de estudiar.

Ello dividió las opiniones y fueron muchos los que censuraron tal actitud, otros salieron en su defensa, pero lo cierto es que a estas alturas tenemos un equipo emergente y debemos enfrentar nada menos que a los mexicanos con todo y su poder económico, organizacional y futbolero. Llegamos emproblemados y no solamente por las cuestiones netamente futboleras sino por lo que sucede en el entorno, en la transferencia popular.Todos esos elementos se han conjugado para enrarecer el ambiente, por eso nuestra alerta para poner enfasis en el aspecto emocional, dada la bisoñez de nuestros jugadores.

Porque es una situación que no se puede ignorar, para decir que estamos pasando por un periodo especial, dando paso a ese tradicional inconformismo o desajuste emocional con el que se suele reaccionar ante lo que ocurre con la selección. Las polémicas y las alarmas están encendidas y hay enorme escepticismo sobre el rendimiento individual y colectivo de nuestros muchachos, como que si ellos fueran los culpables de la situación.Al Primi le está tocando trabajar contra el reloj y debe perseverar en principios que el fútbol salvadoreño no debe abandonar, buscando la forma de convencer a sus hombres de que está dentro de sus posibilidades cumplir un buen trabajo ante futbolistas mejor dotados y privilegiados, pero que al fin de cuentas son de carne y hueso como ellos.

Con mucha mesura sería conveniente revisar lo actuado, analizando antecedentes y agregando otros detalles, sin condiciones ni requisitos previos. Los dirigentes ampliando su panorama cuando les toque tomar decisiones que afectan al equipo nacional, los técnicos alineando a los jugadores adecuados en procura de sacar lo mejor de sus capacidades, la prensa intensificando el apoyo crítico, profundo, y serio, que vaya más allá de los posibles errores circunstanciales de un partido; el técnico y los jugadores integrándose en un sólido núcleo de trabajo, exgiendo lo que necesitan pero cumpliendo en igual medida. Y la afición apoyando, creyendo que todavía somos capaces de acanzar mejores cotas ante nuestros rivales, por más cotizados que sean.