Un viaje al pasado

Pocos estadios tiene una mística como el Azteca. Saltan a la memoria el Maracaná, el Old Trafford, quizás el Monumental de Núñez, el Bernabéu, el San Siro o el Camp Nou

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La placa del estadio Azteca para recordar los mundiales. Foto EDH

Por Gustavo Flores, enviado especial a Distrito Federal, México | Twitter: @Gusflores21

2015-11-11 7:36:00

Pocos estadios tiene una mística como el Azteca. Saltan a la memoria el Maracaná, el Old Trafford, quizás el Monumental de Núñez, el Bernabéu, el San Siro o el Camp Nou. Pero seguro, ninguno de ellos fue testigo del punto cúlmine de los dos mejores jugadores en la historia del fútbol, O Rei y Diego.

Pelé y Maradona supieron conquistar al mundo del deporte desde este templo; un moreno consolidado como el mejor tuvo su coronación final en 1970 con una mágica final ante Italia. Un “Pelusa” que llegaba con dudas ajenas al Mundial de 1986, las desterró para siempre en el césped aztecano contra Inglaterra, Bélgica y Alemania. Las postales de ambos levantando las copas de su tiempo (la Jules Rimet en el caso del brasileño y el trofeo FIFA en las manos del argentino) con la escenografía de las inconfundibles tribunas circundantes, ya forman parte  imágenes eternizadas por el deporte en sus galerías mágicas de todos los tiempos. Sus fotos, claro, también adornan los túneles del Azteca.

Los datos fríos establecen que es el tercer estadio de fútbol más grande del mundo detrás de los ignotos Reungrado en Corea del Norte y Salt Lake de la India. Los datos del corazón explican que no hay escenario como este a la hora de rodar la pelota de fútbol.

En este pedazo de tierra mística del deporte se presentará en dos días la Selecta. Con una mochila pesada, con todos sus problemas a cuestas y con la consideración general por el subsuelo. Once muchachos salvadoreños, la mayoría muy jóvenes y con poca o nula experiencia internacional, saltarán al ruedo del gigante. Dependerá de ellos, de su personalidad y autoestima, hacer un papel digno.Y también, claro, de los imponderables del fútbol.

Un rival jerarquizado y un público rugiente los esperan. Sentirse, por un momento, protagonistas de la historia grande de este escenario incomparable, se debería convertir en su fuerza interior, para pelear una batalla desigual. Que así sea.