Ante Canadá vimos una de las innovaciones tácticas más importantes de los últimos meses: colocar un mediocentro puramente defensivo delante de la línea de cuatro defensas y detrás de la línea de cuatro volantes. Henry Romero no solo se estrenó como capitán en la Selección en el Cuscatlán, sino también como un “perro de marca”, en el buen sentido de la expresión.
Junto a Dennis Pineda fueron los dos mejores jugadores de la Selecta. Dennis tuvo un gran primer tiempo, donde desbordó y fue pesadilla para la defensa canadiense, pero se apagó un poco en la segunda mitad.
Por otro lado, se echaba de menos a un jugador con el temple del “Catrachito” en el cuarto de máquinas. Alguien que se pusiera el overol, se ensuciara en la marca y que liderara a sus cuatro compañeros en la zaga, casi todos novatos.
Ramón Maradiaga apostó por él en esa posición, a falta de jugadores natos con sus características en la volantía. Aunque fue algo que tampoco sorprende dado que ya ocupó esa demarcación en su club muy a menudo.
En el momento en que Canadá más acosaba a los nacionales en el primer tiempo, el jugador del Águila intervino con limpieza, frenó varias jugadas que pudieron desembocar en peligrosos pases filtrados a los dos atacantes rivales, Ricketts y Larín. Y cuando se apropió de la pelota, no se complicó: entregó a su compañero más cercano y sin comprometerlo. Como buen mediocentro defensivo, que no tiene que lucirse con pases extravagantes ni jugadas de lujo.
Romero incluso empujó hacia adelante, presionando al rival que tenía la pelota. Sin mucho efecto, pero al menos incitando a sus compañeros a que le siguieran en la acción.
Temperamental como pocos en el equipo, defendió a los suyos ante las decisiones del árbitro y se atrevió a cuestionarlo incluso, jugándose la tarjeta de parte del polémico Geiger, la cual recibió al final del partido de forma innecesaria.
A medida menguó el partido, así también decreció su participación en el equipo. Sobre todo, porque el resto del cuadro adelantó filas y el equipo rival apostó más por la contra. Intentó, dentro de sus capacidades, aportar con algún remate lejano o pase al hueco, pero sin éxito.
Hacía falta un jugador que cortara con tanto ímpetu y acierto los ataques del rival. Henry Romero fue el equilibrio necesario para un plantel joven.