MADRID. Muchos ojos vivaces se abrieron en cada rincón de Toledo. Los “qué chivo”, “qué impresionante”, “es increíble” no se hicieron esperar, durante las varias horas que los chicos de Fundamadrid recorrieron las calles de esta ciudad.
El frío que por esta vez no fue tan intenso, permitió a los salvadoreños disfrutar más de una visita guiada por toda la localidad. Aquellas ganas de conocer y aprender, de ver y comerse ese pedazo del mundo, y de llevarse en sus mentes lo que significa Toledo se convirtieron en los ingredientes principales que sustentaron el que fue el último día de la expedición por España.
Los primeros “guau” tan naturales aparecieron cuando, desde el mirador, pudieron observar toda la ciudad y el río Tajo. Era el principio de la odisea. Las fotos que tanto querían desde ahí aparecieron en una parada obligada desde lo alto y, aparentemente, lejano de la ciudad.
Después, llegaron los momentos claves para conocer, a pie y con algún cansancio sobre el final de la tarde, aquellas calles estrechas y la cultura e historia local. Llegaron así los momentos sorpresivos para este grupo de 21 chicos que tomaron parte en este viaje de 2015.
De los primeros momentos, fue pasar por la Puerta del Rey Alfonso VI, donde para muchos lo mejor fue entrar y subir hasta lo alto y escuchar que desde unas pequeñas ventanas se tiraban las flechas para atacar al enemigo. “Esto está alto, pero mirá cómo se mira, bien chiquitas la ventanas”, reiteró Erick Martínez y sus compañeros asintieron con la cabeza.
Luego, el paso en ascenso por la Puerta Bisagra, a la que también tuvieron acceso exclusivo; observaron a un costado la Puerta del Sol; para avanzar hasta la Puerta del Vado, donde tuvieron cierto “miedo” por estar “como si son catacumbas, ‘Diocuarde’, porque si se viene un terremoto ya nos quedamos aquí”, volvió a frasear Martínez.
Por ahí, seguirlos de reojo por las calles con sus uniformes azules y blancos continuó llamando la atención de todos por las calles, lo que terminó por ahí con un “¡hala Madrid!”, que alguien les gritó. No hubo respuesta, pero los nacionales se sintieron orgullosos de pertenecer a Fundamadrid.
Y con el transcurso de las horas, la experiencia de poder tomar fotografías pensando en que las podrán enseñar en casa se convirtió en algo gratificante. “Yo las voy a imprimir todas, para enseñarlas allá (Suchitoto)”, se adelantó Johnny Landaverde. Y su sonrisa con dientes a la luz demostró una felicidad incalculable.
Las calles empedradas y sus nombres tan particulares gustaron a muchos, tanto que Wilfredo Funes anticipó lo que el guía turístico repitió después: “Estas calles como si son laberintos”.
Catedral, un gran regalo
El punto cúspide lo tuvieron cuando conocieron la catedral de Toledo, en la parte final del día. La emoción fue, definitivamente, evidente. Admiraron las maravillas de cada parte del recinto católico, tomaron fotografías y no pararon de admirar las pinturas. “Es que son bien reales, juela, es lo que más me ha gustado. Las mejores pinturas son las que están en los techos y la parte de cómo es el cielo”, comentó Landaverde.
“Ojalá algún día pueda traer a mi abuelita, que es bien católica, porque sí que le gustaría mucho. No dejó de soñar con que eso puede pasar algún día”, confesó “el capi” Erick.
Mientras Ronald Segura expresó: “Me ha parecido fantástico conocer todo esto, no me imaginé que existiera. Y conocer de la cultura de esta ciudad ha sido maravilloso, igual que todo este sueño que hemos vivido”.
El alumno Alexis Mejía complementó: “Uno no se imagina que esto existe y me ha gustado mucho, sobre todo poder aprender de la historia, de la arquitectura, de la guerra, de lo que significan muchas cosas, y esto ha sido muy importante”.
A la pregunta de “¿ha valido la pena?”, todos contestaban “claro que sí”. Sin duda, un capítulo más en su vida que no será borrado de sus memorias. El cansancio era claro, pero las expresiones al conversar y la capacidad de transmitir lo que vieron y aprendieron fueron premiadas por ellos mismos con su alegría.
La petición final de ver Madrid, por última vez y de noche, fue recompensada. Conocieron cómo es decorada la ciudad en la Navidad y el chofer del autobús accedió a más: los llevó a ver de noche, por último día, el estadio Santiago Bernabéu. “Ahora ni vamos a dormir, de pensar en todo esto”, dijo alguien desde atrás en el autobús donde se transporta el grupo. Todo estaba escrito para decir hasta pronto.