COMALAPA. Después de casi 17 horas de vuelo, y con un suceso fuera de lo normal que se dio en el retorno a San Salvador, los 21 alumnos, el entrenador Carlos Medina y la directora de Fundamadrid, Carmen de Rusconi, llegaron este miércoles al país, luego de su travesía por Madrid, España.
Largas horas para los padres de familia en el aeropuerto de Comalapa, quienes llegaron desde muy temprano y se mantuvieron tranquilos pero expectantes, valieron la pena para volver a ver a sus hijos. Ellos traían un extra: rostros brillantes de la alegría y satisfacción que vivieron con este viaje.
La demora y la angustia por el incidente que le pasó a la delegación en su retorno terminó en una extensa anécdota, que se transformó en un recuerdo que jamás olvidarán. Los alumnos de Fundamadrid pasaron por momentos de tensión cuando se rompió el cristal de la ventanilla frontal del piloto, cuando ya regresaban originalmente hacia San Salvador.
Algunos, más distendidos, lo tomaron a bien e hicieron bromas y se pusieron a conversar; otros, rezaron con ojos cerrados, estuvieron en silencio y permanecieron sentados y con sus cinturones abrochados, las más de tres horas que se pasó sobrevolando la aeronave en el Atlántico, previo a volver a la pista del aeropuerto de Barajas, en la ciudad española.
“¡Hey, capi, todo está bien!”, “estáte tranquilo, no pasa nada”, eran la mayor parte de frases que los jóvenes le decían al migueleño Erick Martínez, quien más temor tuvo durante el suceso. Pero lo más leal al sentimiento de Martínez fue cuando su compañero, también de San Isidro, Carlos Quintanilla, le preguntó: “Erick, ¿tenés miedo?”, y él le respondió de inmediato: “¡Sí, vos, tengo miedo!”, denotando angustia en su rostro. El mismo “Cali” le dijo: “Sí, vos, tenemos miedo, ¿verdad? Yo también tengo”.
Quizás, otros también tuvieron la misma sensación, pero pocos lo externaron. Los más tranquilos se pararon en su mismo asiento, pese a que la recomendación fue que nadie estuviese de pie y tenían que permanecer con los cinturones abrochados, y conversaron con el “profe” Medina. La impresión era clara que, aunque no estaba todo bien, todos deseaban volver a tierra y abandonar el mar.
Los momentos más intranquilos los sufrió la delegación cuando se dio la alerta y cuando el avión giraba constantemente para tirar el combustible al mar, sobre todo por la exposición a lo cerca que se estaba de se quebrara todo el cristal y se soltaran las mascarillas de oxígeno por la despresurización que iba a sufrir el avión. Pero la ansiedad de cuándo dirían que por fin se aterrizaría, que tardó más de tres horas, incluyendo la hora que ya se había volado previamente, llegó y los salvadoreños aplaudieron regresar y tocar tierra firme. La cruz en frente, pecho, hombros y labios fue necesaria.
“Ahora sí podemos decir que venimos dos veces a España”, bromeaban; “íbamos a morir en el Atlántico”, comentaba el entrenador; “estaba aflijido, yo decía ya se cayó este volado”, repitió Martínez. Pero todo esto, después de la última estación en Guatemala, terminó.
En horas de la madrugada, los nacionales se pudieron reunir con sus familias, algunas se enteraron del hecho por las redes sociales de El Diario de Hoy, y cuando aterrizó el avión que traía a los muchachos los llenó de emoción, cerca de las 12:30 de la mañana. Todos se abrazaron y lloraron con sus hijos. Antes de abandonar la terminal aérea, los jóvenes oraron y agradecieron a Dios por estar con bien y con vida. “Dios sabe cómo lleva las cosas. Sin duda, será una gran experiencia para ellos. De nuestra parte, en la escuela con los jóvenes, estuvimos orando para que el resto del regreso fuera normal y vinieran con bien”, manifestó Jorge Espinoza, profesor de Fundamadrid y padre del alumno Jorge, que formó parte del grupo del viaje. Sin duda, una historia única que esta delegación tendrá por siempre en sus recuerdos.