La noche fue blanca. Alba. Completa. Sin duda, los aficionados de Alianza se rindieron a su equipo anoche, en el estadio Cuscatlán, y vivieron la semifinal de ida hasta con la última vibra. Como todos lo esperaban.
El sector general, como el más amplio, pintó de blanco el azul de la gradería y la Ultra Blanca regaló su respeto a un equipo que lo llegó a aplaudir. Lo hizo sentir, además, el cariño único del “¿Cómo no te voy a querer?”, que fue intenso desde la salida del camerino hasta el final del partido. Y no hubo respiro alguno para calmar el aliento propio de un partido de este voltaje, ante un rival como Águila.
Los hinchas paquidermos llenaron también las calles y los alrededores del Monumental, para no perderse la cita, formándose un caos. Los parqueos, al menos 45 minutos antes del inicio del juego, estaban ya abarrotados. Y muchos corrían, bandera al hombro y caras pintadas con la “A” roja tan típica del equipo, para alentar desde el primer minuto.
Las taquillas tenían un movimiento intenso, mientras las puertas de entrada no terminaban de cortar el flujo blanco que con paso apresurado siguió llenando todos los espacios. Y la tribuna volvió a ser clave para que muchas familias se reunieran y disfrutaran del espectáculo.
Pero no se quedaron atrás los migueleños. En una cantidad mínima, en el sector preferente sur, los negronaranjas acudieron al llamado. Las camisetas anaranjadas ondearon por igual, acompañadas de las banderas. Para el lamento del equipo, algunos sufrieron que el autobús que los transportaba se quedara en el trayecto y no llegara a término final, pero el apoyo del corazón estuvo presente.
Igual de presente y real como la gala que dejaron los albos marcada en la grada. Esta vez, cumplieron, y lo hicieron con creces, con la propiedad única de lo que son las semifinales.