La violencia en los estadios contradice el espíritu que excita los eventos deportivos, y aleja de ellos a los sanos espectadores y sus familias.
Urge controlar la barbaridad y a pesar de haber un discurso de los equipos con respecto a la misma, poco se ha logrado, ya que el problema no se ha abordado con la firmeza que se requiere.
Un bloque de interés en las distintas esferas que componen el fútbol, está compuesto por las hinchadas con su violencia y su particular interpretación lógica y absurda del fútbol.
El hincha que se queja de que lo llamen inadaptado cuando se ha adaptado a los tiempos desde peleas a tirar botellas.
El fanático armado con otra cosa que no prohíbe las medidas de seguridad y que es registrado por un policía que recibe la orden de ver que no lleva ninguna piedra.
El aficionado que comenta la estafa de entradas porque fueron muy caras para el juego de mala calidad que dieron los futbolistas.
La combinación de relaciones lógicas y absurdas están presentes en el diario vivir. Hay que dar el ejemplo en todos lados, en el trabajo, en el hogar, en el centro de estudios… y en el estadio también, por favor.
Los números, que no son otra cosa que las consecuencias de esta cada vez más trágica violencia, son inapelables. El verdadero problema de la violencia en los estadios radica en profundizar en las estructuras para descubrir las causas que activaron la locura actual del fútbol, donde la pelota está eximida de culpa y cargo.
Lejos estoy de colocarme en serio juez o un moralista más; de hecho no tengo autoridad moral ni intelectual como para juzgar a nadie.
Y desde mi total ignorancia ordinaria sobre cómo es una vida tan extraordinaria como la de los grandes ídolos de la Liga Mayor de Fútbol, me pregunto si al festejar otra final, estoy siendo un tibio a la hora de condenar la violencia.
Por eso sostengo ser, como fiel representante de los ordinarios ignorantes, implacable, pero conmigo. Juez de mi intelecto. No a la violencia de ningún tipo. Paz en el fútbol. No sumes más al calentamiento global de la intolerencia. Suficientemente caliente está el mundo.