“Una fiesta del fútbol”. Esas cuatro palabras,tan sencillas de escribir, pero tan difíciles de cumplir en El Salvador, ayer se hicieron realidad en el estadio Cuscatlán. Y la final fue una verdadero espectáculo en las tribunas como hacía tiempo no se veía por estas latitudes.
El partido no estuvo a la altura, es cierto. Había empezado bien, pero después se fue desdibujando hasta que el gol de Martínez de Paz revivió la adrenalina. El campeón Alianza hizo méritos suficientes para llevarse su corona, bien merecida. Después de tantos fallidos, esta vez sí se acertó en los refuerzos: los exopicanos Rodrigo Rivera y Juan Carlos Portillo fueron revulsivos en la mitad de la cancha y en su primer torneo albo ya levantaron la copa. Tuvo una ofensiva destacada con Fito y Philippe y un capitán guerrero que ayer se metió en el corazón albo con una palomita histórica. Un motivador como pocos en El Salvador los guió desde el banco de suplentes. El charrúa Ruben Alonso tuvo mucho que ver en este título y así se lo reconocieron.
Los más de 30 mil espectadores que le dieron un gran color al Cuscatlán se portaron de maravilla. No hubo incidentes serios, más allá de aislados desubicados. Esa es una gran noticia en un partido considerado de “alto riesgo” y con los antecedentes de violencia en semis.
Bienvenida esta “fiesta del fútbol” para este golpeado deporte en El Salvador. Y que se vengan muchas más.