El entrenador de un equipo siempre cuenta con un auxiliar, es su mano derecha, su hombre de confianza, su amigo. Ese era el caso de Rubén Alonso con Carlos Reyes. Salieron campeones en 1987 con Alianza y se creó una gran amistad.
Era una amistad forjada en el día a día de estos dos grandes jugadores charrúas y que se reflejaba los domingo en el estadio. Uno era contundente para cabecear, Reyes y Alons, letal con el esférico en sus botines. Ambos eran gol puro y de así se ganaron el corazón de los seguidores blancos.
Después, como entrenadores, levantaron una vez más la copa con Alianza, en 1998. Luego lo lograron con San Salvador, en el Clausura 2003.
El domingo, tras finalizar el compromiso, Alonso dijo que dedicaba el triunfo a Dios, su familia y a sus grandes amigos Carlos Reyes Argibay y Jorge Rivaga, quienes ya fallecieron.
Los dos uruguayos también pasaron por otros equipos, siempre como entrenadores, la amistad era muy fuerte y siempre profesaron ser aliancistas. Pero el destino los llevó a comandar equipos como Metapán, Municipal Limeño o el Alba Acajutla.
Alonso no se olvidó de ellos, especialmente de Carlitos Reyes, como era conocido en el ambiente futbolístico.