En el fin del año

El año está por culminar y nos invade un poco la nostalgia por ese tiempo vivido

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Foto Por edhdep

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-12-27 6:12:00

El año está por culminar y nos invade un poco la nostalgia por ese tiempo vivido. Es la ocasión propicia para reflexionar y rememorar tantas cosas vividas, repasar las lecciones aprendidas y prepararnos para las sorpresas que vendrán.

De las conmemoraciones de nuestra fe católica, la Navidad, esa llegada del Divino Niño y el Año Nuevo, son las que más me producen regocijo, un estado de ánimo que me provoca un tierno anhelo de paz y amistad. Como para sentirnos impulsados a desearle felicidad a todos, incluso a personas extrañas.

Nuestra mirada se vuelve introspectiva, esencial e invita a hacernos preguntas sobre nosotros mismos, sobre nuestra vida con el deseo inmenso de dar gracias al Altísimo porque nos permite ver el inicio de un nuevo año y buscar la cercanía de familiares y amigos, esos que a diario nutren nuestra vida. Con los años hemos aprendido que la comprensión y la prudencia son más inteligentes que el odio y el rencor, que si uno va por el mundo con una actitud amistosa, hace buenos amigos.

Y eso tantas veces lo hemos podido comprobar, porque cuando nuestras fuerzas han estado por claudicar su presencia ha bastado para recuperarnos y darnos el respaldo necesario para afrontar situaciones adversas. Dentro de la soledad nunca hemos estado solos, ya que su luz alcanza para iluminar nuestro camino y ha sido a ellos a quienes hemos recurrido para saciar nuestra sed de paz y tranquilidad en los momentos mas rigurosos. En esta cofradía que integra nuestra gente hemos compartido momentos alegres y de los otros, tratando de sembrar con aprecio y de igual manera buscar una dosis de amistad y de cariño como respuesta.

Y en este empeño cotidiano de hilvanar ideas en nuestros teclados, hemos intentado arrancarle amor a todo aquello que simboliza el bálsamo que llega al corazón y que reconforta. Tenemos la bendición de estar en un ámbito colmado de amigos donde casi siempre su presencia es como la sangre que fluye cuando se hace una herida para restañarla.

Y es que a menudo el hecho de haber visto tanto llover nos predispone y nos sentimos con cierto derecho a aconsejar, todo eso para decirles que apreciemos a nuestro seres queridos mientras los tenemos a nuestro lado, no hay excusas para no llamarlos, el teléfono está con nosotros.

No hay que dejar de ver a los padres, hermanos, abuelos, hijos, amigos, no solo debemos quererlos, digámoselos, porque mañana puede ser muy tarde.

No tenemos nada asegurado, la vida es un misterio y un milagro en sí misma, los seres humanos somos así, nos la llevamos haciendo planes para el futuro con una seguridad plena, y a menudo nos olvidamos de disfrutar el presente, pensamos solo en lo que vendrá mañana, mientras Nuestro Señor sonríe pues él es quien decide. Y de pronto la partida de un ser querido nos recuerda nuestra fragilidad, nuestro precario equilibrio vital, como nos ha sucedido a los Cañadas este 26 de diciembre pues nuestro amado Negro Lico, se nos adelantó.

Un médico que le arrancamos al fútbol pues jugaba como pocos y se inclinaba tanto hacia la pelota, de modo que tuvimos que empujarlo hacia los libros para que nos llenara de tanto orgullo y ahora de tanto dolor. Somos pues la obra maestra del Señor, con fecha de caducidad, únicos e irrepetibles y todo lo que hayamos visto y vivido se irá con nosotros al momento de la partida, exceptuando nuestras obras.

No sería bueno entonces dejar un legado señero de nuestro paso por esta tierra, seguir vigentes en las obras que hemos hecho, en los amigos que hemos cosechado, haciéndole con ellos una pared a la parca, para seguir vivos en el recuerdo. Llegamos al final del año y viene uno nuevo que si Dios quiere podremos vivir, disfrutar y compartir. Reflexionemos pues sobre ese sentido de la vida, de ir derribando obstáculos, enfrentando miedos y permitiendo que las cosas fluyan siempre antes de complicarnos con banalidades.

La vida es un milagro que debe vivirse con responsabilidad y agradecimiento, compartiendo con nuestros prójimos lo poco que tenemos.