“Les falta el peso y la brutalidad que tiene su rival. Son organizados y limpios, tal vez eficientes. Su entrenador garantiza que serán uno de los equipos mejor trabajados en el Mundial, pero no dejan de ser un equipo liviano”. Así la definición sobre la selección japonesa que aparece en el suplemento del Mundial de Rugby publicado por el prestigioso Times de Londres.
El Mundial de Rugby arrancó el viernes anterior en Londres, Inglaterra. Los grandes candidatos, como siempre, surgen de las naciones más tradicionales de este deporte. El rugby nació en Inglaterra y han sido los países bañados por la influencia británica los que se han instalado como sempiternos protagonistas de este deporte. A ellos se les une Francia, adonde el deporte llegó a la mano de comerciantes y estudiantes ingleses.
El mismo caso de la Argentina, cuyos “Pumas” compiten regularmente entre los más grandes y ocasionalmente rompen con la hegemonía de la mancomunidad británica. Japón no entraba en el primer mapa del rugby aún y habiendo asistido a cada uno de los Mundiales desde que la competencia se lleva a cabo a partir de 1987. Lo hizo hasta que fue elegida sede del Mundial de 2019, un año antes de la celebración de los Juegos Olímpicos en Tokio.
El Estadio Nacional, que será remodelado para la cita Olímpica, no estaría listo a tiempo del evento de rugby lo que hace peligrar la sede japonesa. Este era el único tema por el que Japón era noticia en el mundo del rugby. Una sede en peligro de serlo. No un equipo peligroso.
El sábado sin embargo, Japón entró en las primeras planas y en la historia. “La mayor sorpresa en la historia del rugby”, así la definió Alejandro Coccia, relator de ESPN. Japón había derrotado a Sudáfrica, dos veces campeón del mundo, 34 a 32.
Quienes los definían como “livianos”, ahora escribían esto bajo el titular de “Increíble”: “una tarde soleada en Brighton y un partido para enardecer el espíritu”. El Times rendía homenaje a un equipo que, por ser liviano, creyó que su fortaleza estaba en el orden, la aplicación y la dedicación colectiva. “Del primer al último jugador, los japoneses se burlaron de su propia condición, ser el único equipo que ha recibido más de mil puntos en los Mundiales”.
Japón había ganado más que uno de los veintitrés partidos mundialistas en su historia. Era la primera vez que veía a Sudáfrica. Una de esas naciones tradicionales en el rugby. Las casas de apuestas le daban probabilidades de 1,000 a 1. Pero Japón ganó el partido. En una última serie digna de la mejor producción hollywoodense y abajo por tres puntos, Japón llevó la ovalada cerca del in-goal sudafricano. Tuvo una falta a favor que le daba opción a dos caminos: empatar pateando entre los palos, o ganarlo si continuaban jugando. Japón eligió la gloria.
Asumieron el riesgo más lindo de todos y buscaron ganar el partido. El mejor partido en la historia de los Mundiales. Japón lo ganó por creer en las posibilidades del equipo, no en imposibles.
Lo que ahora leen son, en realidad las primeras líneas que escribí para esta columna. Decidí darles este lugar porque no estaba a punto de permitir que otra equivocación de la dirigencia del fútbol salvadoreño, despoje de protagonismo a una historia que premia el esfuerzo colectivo, la disciplina, el orden y la dedicación.
A El Salvador le podrían pasar las historias que le pasan Japón si se asume que las anteriores son variables muy apegadas al éxito. No dejaría pasar la posibilidad de contar una historia como la de los japoneses en el rugby, al margen de la sorpresa que significa que la Fesfut elija a Ramón Maradiaga para técnico de la Selecta. El deporte tiene esta capacidad de ofrecernos lecciones de vida pero hay quienes no asimilan las lecciones, ni les provocan dar un cambio alguno.
La Fesfut no ha reconocido en el acercamiento de la Selecta con el público, una oportunidad para ver en el fútbol como un catalizador de la recuperación de la identidad nacional. Ya saben que contratan a Maradiaga para que gane partidos, si los pierde se va. Es la receta enquistada en la mediocridad del ausente proyecto.
Zarco reclamaba mejores condiciones para los jugadores, un lugar de concentración digno adonde poder descansar con comodidad. Un lugar, por irrisorio que suene, donde la comida alcance para todos, ¿ le darán condiciones al nuevo entrenador? Que se prepare Maradiaga, igual su éxito será el de todos, pero es que el fútbol nuestro es primitivo.