No es México, tampoco Honduras, mucho menos Canadá. El peor rival de la Selecta es El Salvador. La cuadrangular de las eliminatorias se inició de la peor forma para la Azul a 16 días del primer partido y nadie se atreve a pronosticar hoy como continuará esta novela aunque pocos le aventuran un final feliz.
En vez de estar hablando sobre como llegaría Darwin Cerén tras su buena temporada en Orlando City, del trabajo especial de puesta a punto para Arturo Álvarez, de la racha goleadora de Tony Rugamas o de la estrategia a utilizar por el “Primitivo” Maradiaga en el Azteca, la agenda dio un giro de 90 grados. Y solo se habla del hotel del Indes, de bonos por convocatoria, de viáticos, dólares y hasta del mal gusto para vestirse del directivo Francisco Peñate… De fútbol, nada.
Haciendo un diagnóstico de la situación el resultado es inequívoco: todos se equivocaron. Jugadores y dirigentes.
Los jugadores están en todo su derecho de negociar por mejores beneficios, de pedir mejores condiciones, de valorar su trabajo. De hecho, en las inmensa mayoría de las selecciones del mundo hay premios y sus jugadores reciben viáticos. Les corresponde. Claro, en el primer mundo futbolístico, ese pago pasa a ser simbólico. Ni CR7 ni Messi van a jugar por Portugal o Argentina por ese dinero, aunque igualmente lo cobran.
Pero son otras realidades. Aquí, en lo que fallaron los jugadores fue en las formas. Presionaron desde el peor lugar, la ausencia a los entrenos. Se boicotearon a ellos mismos. Y pusieron a una afición que los respaldaba, en la vereda opuesta. Solo los buenos resultados podrán reestablecer un “feeling” que hoy está en el “freezer”.
Los directivos, lejos de tener la capacidad para resolver el temporal, también aportaron lo suyo para agravar la cuestión. Primero estuvieron 15 días sin responder el petitorio de los jugadores. Y cuando lo hicieron, no tuvieron mejor idea que hacer públicas las cifras que solicitaban los jugadores, sabiendo el malestar que podría generar en la afición dicho acto. Peor el remedio que la enfermedad…
Después, acusaciones cruzadas y señalamientos mutuos. Palabras picantes. Divorcio consumado y poco margen para la reconciliación.
Se equivocaron. De los dos lados. En esta “guerra” no hay ganadores. Y un solo perdedor: la Selección de El Salvador.