Mucho fútbol, pocos goles. Messi y su deuda con la red quizá sea lo más injusto que ha presentado esta Copa América en cuanto a fútbol se refiere, en la antesala de la final más picante que hubieran imaginado chilenos y argentinos. Su participación ha sido tan determinante que esta vez no cuentan los gritos…
Messi lleva un solo gol en esta Copa de los 10 que cuenta Argentina. Y fue de penal. Una verdadera paradoja si hablamos del hombre que rompe, año a año, torneo a torneo, partido a partido, todos los registros históricos que tienen que ver con récords y plusmarcas de festejos. Pero eso no opaca ni empaña en absoluto el excelente trabajo que la Pulga ha mantenido a lo largo de estos 5 partidos que han depositado al equipo de Martino en el partido decisivo. Fue su figura categórica, el hombre desequilibrante.
Artífice de la mayoría de las filosos ataques albicelestes, es la fábrica de fútbol que Argentina tiene en su frondosa media cancha. Con Di María y Agüero se entiende de memoria; con Pastore ha encontrado un socio en el que se puede apoyar e, incluso, intercambiar roles para asistirlo y dejarlo de cara al gol. Su aceleración y cambios de ritmo suele ser tan encantadores y determinantes como los de cada fin de semana en la Liga Española. Lo marcan de a cuatro, le pegan, lo provocan. El juega, siempre juega.
Sin goles, es cierto, pero con decidida participación en la generación de las jugadas que terminan en la red. El último partido, la semifinal contra Paraguay, es el mejor ejemplo: 6 goles argentinos, ninguno de Messi. Pero dio 3 asistencias y participó de las jugadas de todos los tantos. Ese es el Messi de Argentina. Lejos de los récords goleadores del Barca. Cerca del cielo futbolero de los hinchas albicelestes donde lo espera un tal Diego…