Me duele en el alma. Sé lo que sentía este grupo de chicos por estas horas, de cara a la última escala de esta Copa, a este partido. Después del golpe Mundial, es un puñal en la herida abierta.
No quiero caer en la trampa de los carniceros y los oportunistas. Fue un burdo cero a cero, ni más ni menos que eso. Los dos, los nuestros y ellos, se neutralizaron, jugaron en espejo.
Con el diario del lunes, los cambios de Martino no funcionaron. Aunque la lesión de Di María, que es de psicólogo y no de traumatólogo, limitó al estratega (esta vez) ortodoxo.
Diluvian las críticas sobre Messi, otra vez en el centro de la escena. Y está bien, es el mejor de todos. Ahora bien, no recuerdo una sola vez en la que después de eludir a un rival no haya sido cortado con falta. En realidad una, cuando dejó a mano a mano a Lavezzi y luego llegó tarde Pipa.
Los penales dan y quitan en igual proporción. La desilusión, para casi todos, es el nuevo fracaso de este equipo. Para mí es dolor, por lo que le duele esta derrota a este grupo de chicos.
No voy a olvidar mi paso por esta Copa América. No tiro la toalla. Quiero seguir contando historias sobre esta selección. Ya vendrán tiempos distintos.