En los últimos tiempos y jugando como visitante, la selección no ha logrado triunfos. Es probable que seamos muy exigentes, que nuestras aspiraciones apunten muy alto, y seamos los periodistas quienes exageremos al enjuiciar tal labor. Pero los resultados y los números no mienten, evidenciando que fuera de las fronteras patrias, nuestros futbolistas parezcan principiantes. Sucedió en San Cristóbal y Nevis y ya no digamos en otras latitudes ante rivales de mayor envergadura.
Todo eso, ha llenado el ambiente de frustración y escepticismo y más cuando bajo otros cielos nuestros mejores cartas parecieran desconocer los fundamentos elementales del juego.
Es innegable que en casa, nuestro equipo hace la lucha, y la prueba está que se le ganó con goleada a los caribeños en el partido de vuelta;por eso la situación cae en el ámbito psicológico donde al parecer los encargados de manejar al equipo tanto administrativa como técnicamente no hacen mayor cosa por mejorar la situación.
Ahora vamos a la Copa Oro donde enfrentaremos a Canadá, Costa Rica y Jamaica, ante quienes los triunfos pueden ser esquivos, pero están dentro de lo deseable. Y aunque el técnico de turno, Albert Roca no tenga tanto de donde echar mano, sí tiene la responsabilidad de armar y escoger un onceno para competir con posibilidades.
La buena noticia es que en la Copa Oro, el equipo nacional estará arropado por millares de paisanos cuya fidelidad es a toda prueba, aunque siempre les toque verlos perder. Es que por allá la mayoría, descubrió a la selección nacional y su anhelo de volver al país e identificarse como cuscatlecos, es tan grande que pagan lo que sea para ver un cuadro perennemente en formación, cuya prioridad es llegar por allá en busca de fondos.
Para la dirigencia el proyecto de la Selecta funciona gracias a quienes emigraron y eligieron como alternativa arriesgar sus vidas para buscar la seguridad económica y social en el Norte, quimérica región donde todo es posible.
Ellos salvan enormes distancias en busca de una ilusión azul y blanco donde pareciera que la fórmula es jugar con lo poco que se tiene, ante quien sea, incluyendo a los mejores, para ganar dólares.
Y en ese sentido el pisto puede ser un notable inspirador de esperanzas.
A Roca se le viene la Copa Oro y la eliminatoria mundialista, es la oportunidad de demostrar sus capacidades, mantenerse activo, ejercer una profesión mientras le llega una mejor oportunidad donde sea.
Vino a América a colonizar aunque sabe que el material humano con el que cuenta no es entusiasmante. Se encuentra en un desfiladero común que ha sido esquivo con sus antecesores, desde los tiempos de Pastoriza, Milovan, Aníbal Ruiz, Jorge Vieria, Armando Contreras, Carlos de los Cobos, Juan Ramón Paredes, Rubén Israel, juan de Dios Castillo, José Luis Rugamas, Agustín Castillo.
A estas alturas pues, los paisanos ya se están preparando y como siempre están ilusionados, aunque en el fondo saben que el fútbol es veleidoso y les juega constantemente pasadas amargas.
Y aunque no estamos para aventurar pronósticos, sí podemos acudir a ese rescoldo de esperanza que nos queda, para estar pendientes de lo que se viene. Más allá de las críticas y los desencuentros nos une la salvadoreñidad, raíz ancestral que funciona como cordón umbilical. Es el momento para que los jugadores pongan en práctica las enseñanzas de su técnico, ellos son nuestros representantes en la victoria como en la derrota, en la alegría y en la tristeza. Y deberán hacerlo con la frente en alto, con la dignidad a flor de piel.
Ojalá que por allá se sublimen y podamos darle la bienvenida a un milagro que sería el fruto de su colectivo esfuerzo. Y no es como para pretender títulos, sino para que jueguen dignamente y regalen alguna satisfacción a los nobles aficionados.