Por primera vez en mucho tiempo, quizás desde julio 2011, la Selecta ha jugado dos partidos buenos en forma consecutiva. No es un dato caprichoso. Es una señal.
Un partido bueno puede tenerlo cualquiera -ayudado por un mal día del rival u otras circunstancias-, pero dos ya es algo a tener en cuenta, es parte de una idea que empieza a cuajar.
Alguien dirá, y con razón, que aún en esos dos partidos buenos la Selección ha sido incapaz de ganar. Es cierto, pero tampoco se perdió, y eso también es un paso adelante.
Tanto ante Canadá como con Costa Rica, el equipo de Albert Roca tuvo una participación muy activa: jugando con personalidad, con intensidad, asumiendo algunos riesgos y generando ocasiones de gol a partir de su sistema 4-2-3-1.
Si ante Canadá el empate fue el resultado más justo -los norteamericanos llegaron tanto como la Selecta y tuvieron la más clara con el blooper de Cyle Larin-, frente a Costa Rica se hizo méritos incluso para ganar aunque al final se empató con un gol agónico.
En Copa Oro empieza a verse la mejor versión de este equipo dirigido por el catalán Roca, que hasta aquí ha jugado mejores primeros tiempos que segundos.
De hecho, en ambos juegos ha bajado notablemente su producción en la última media hora, donde sus llegadas han mermado probablemente como consecuencia de no poder sostener la intensidad física de los primeros 60 minutos.
Eso, además, coincide con la poca participación en el juego que en ese último tramo ha tenido Arturo Álvarez, fundamental e incisivo en el inicio.
Dicho eso, puede sonar paradójico que El Salvador haya empatado en el minuto final, cuando ya no llegaba con tanta frecuencia, y a partir de un tiro libre magistralmente ejecutado por Álvarez en el que Dustin Corea anticipó a Miller y González para decretar el 1-1 y prolongar a 7 la cantidad de partidos que los ticos llevan sin ganar.
Además de Álvarez, otro punto alto ha sido el nivel mostrado por Pablo Punyed, cada vez más atrevido en ofensiva. La dupla Menjívar-Cerén se solidifica. También merece reconocimiento Jaime Alas, de flojo partido ante Canadá, pero con otra cara ante Costa Rica: más suelto, más decidido, más audaz y más colaborador en su desdoble defensivo.
El talón de Aquiles para la Selecta sigue siendo la efectividad de cara a marco: se han necesitado 13 ocasiones para poder convertir un gol.
Para algunos la culpa puede ser de Irvin Herrera, el único hombre en punta, quien dispuso de no menos de 6 ocasiones claras entre los dos partidos.
En mi opinión no, porque más que dilapidar ocasiones lo fundamental es que él mismo las ha generado abriéndose espacios. En ese sentido, puede que siga el debate sobre si se debe jugar con un delantero (como ha jugado siempre Roca) o con dos, pero en estos dos juegos quedó claro que el problema no pasa por el número de delanteros sino en la efectividad para convertir. Ocasiones hubo de sobra.
A pesar del buen nivel mostrado por la Selecta, hay cosas por corregir. Al reiterado bajón del último tramo debe sumarse la preocupación por algunas fallas defensivas -mal cierre de Mendoza en el gol de Bryan Ruiz, pérdida de Menjívar al borde del área en la salida, etc- y también la falta de coordinación entre portero y defensas centrales en los centros del rival, que dejaron ante Costa Rica el marco desguarnecido en dos oportunidades.
A falta del partido contra Jamaica, la Selecta parece haber encontrado el rumbo y un sistema en el que hasta aquí ha demostrado ser competitivo.
Ese es el camino, además de afinar la definición, ese mal crónico que padece el fútbol salvadoreño y que tampoco se arreglará en dos semanas.
Todavía hay mucho por trabajar, aunque lo más cómodo sea culpar a Jair Marrufo o “la conspiración arbitral” que persigue a la Selecta desde tiempos inmemoriales. En mi opinión, salvo la omisión de una amarilla a Celso Borges que no hubiera cambiado nada, no perjudicó a la Selecta.
No vi penal en la jugada a Jaime Alas (Dave Myrie le gana la posición cargándole hombro a hombro, lo cual permite el reglamento, y se impone por su superioridad física, además de la exageración de Jaime). Y si Marrufo llegó con la intención de perjudicar a la Selecta, realmente no se explica cómo “compró” esa falta inexistente de Bryan Ruiz sobre Larín que acabó con el tiro libre y el gol de Dustin Corea cuando el partido ya moría.
Con esa última equivocación de Marrufo, paradójicamente llegó la justicia. Porque era totalmente inmerecido que tras el gran partido, la Selecta se fuera derrotada de Houston.