Hace algunos meses Enmanuel ni siquiera imaginaba estar en Los Ángeles y ser parte de la delegación salvadoreña de Olimpíadas Especiales en los Juegos Mundiales. Su vida, a los 17 años, pasaba exclusivamente por La Presita, una colonia muy humilde de San Miguel, lugar del que muy poco se movía. Tanto que ni siquiera conocía San Salvador…
A pesar de su velocidad para correr y sus cualidades atléticas, nunca había participado en eventos de Olimpíadas Especiales. Pero una profesora detectó su talento: Sandra Romero. Así se clasificó para los Juegos Nacionales de Olimpíadas Especiales El Salvador y llegó a la capital.
Su primera vez en la capital, en octubre del año pasado, lo fascinó: “Me pareció una muy linda y grande ciudad, todo es bonito”, comenta Enmanuel. Debía poner a prueba sus cualidades y también estaba en juego la posibilidad de dar el gran salto en un evento internacional. Cumplió con las expectativas: ganó las pruebas de velocidad de 25 metros y 50 metros. Y entró en el sorteo clasificatorio para viajar a los Juegos Mundiales.
Como un guiño del destino fue el primer sorteado entre todos los primeros lugares para viajar a Los Ángeles. Hacia allí enfocó sus objetivos e ilusiones. Trabajó duro para mejorar sus tiempos.
Hasta que en Los Ángeles llegó su mayor desafío y lo cumplió de la mejor manera. Su desempeño en la ciudad estadounidense fue inmejorable. Voló en la pista, cruzó la meta, se tiró al suelo y miró al cielo. Todos sus rivales habían quedado detrás; la medalla de oro en los 50 metros ya era suya.
Después llegó el festejo con sus compañeros y entrenadores que lo levantaron en andas y le mostraron al mundo esa medalla, la misma que Enmanuel luce con orgullo y se la muestra a cada persona que cruza en la Universidad USC, el gigantesco escenario donde se alojan las delegaciones. El sueño está cumplido y el muchacho que hasta hace poco no conocía San Salvador hoy llegará a La Presita como su embajador deportivo mundial con los máximos honores.