Un evento de características mundiales con casi 7 mil atletas de más de 170 países requiere de una organización y planificación perfecta. Mucho más cuando se trata de Olimpíadas Especiales. Se suponía que un país con las características de Estados Unidos así sería. Error. Todo lo contrario. La buena organización ha brillado por su ausencia en esta edición de Juegos Mundiales de Los Ángeles 2015.
Muy lejos del brillante nivel presentado por Shanghai 2007 o de los eventos que se suelen organizar en los distintos países en los Juegos Nacionales, incluidos los de El Salvador, aquí en Los Ángeles los atletas y las delegaciones tuvieron varios problemas. A la hora del transporte, a la hora de la comida, a la hora de la premiación, a la hora de la información.
Cambios de horario de competencia a último momento, falta de sincronización e información para el evento del deporte que fuera, fallas en la entrega de los resultados. La hora de la premiación, donde todo debería ser una fiesta, muchas veces ha fallado. A los atletas los hacen esperar sentados dos y hasta tres horas, algunos bajo un intenso calor hasta que los llaman para ir al podio y poder darle sus medallas. A Willian Alfaro, por ejemplo, lo hicieron competir desde las 9:00 am en pesas, terminó su rutina al mediodía, no le permitieron ir a almorzar y lo premiaron recién a las 5:00 pm. La nadadora Pamela Barrera se quedó dormida en la larga espera para recibir su medalla de oro…
Errores que no se condicen con la supuesta experiencia y calidad internacional de Estados Unidos para este tipo de eventos. Los atletas superaron las fallas con alegría y entusiasmo, siempre con una sonrisa a la mano, pero son errores a corregir. Esta vez, la organización de los juegos de Los Ángeles ha quedado debiendo.