Nunca un nombre de un lugar calzó tan justo para definir a un grupo de atletas. Los ángeles del deporte conquistaron Los Ángeles, la ciudad que los albergó durante 13 días y de la que se despidieron el domingo después de una producción extraordinaria: 56 medallas en total para una delegación que sedujo a todos en los Juegos Mundiales de Olimpíadas Especiales.
Todo empezó en Santa Clarita, a dos horas de Los Ángeles, la ciudad anfitriona que los atletas salvadoreños compartieron con las delegaciones de Islas Faroe, Filipinas y Malawi. Allí fueron recibidos como campeones, se entrenaron y participaron de eventos culturales y artísticos. Una experiencia maravillosa con un trato de primer nivel.
Ya en Los Ángeles fue la hora de la competencia. Instalados la mayoría en la Universidad USC –de las más caras de EE.UU.–, y las niñas de gimnasia en la Universidad UCLA, las alegrías se fueron sucediendo cada día.
Así empezaron a caer medallas de todos los colores y en un número impensado. Dos ejemplos: el pesista Willian Alfaro cosechó dos de oro y dos de plata; la gimnasta Claudia Martínez se llevó dos de oro y tres de plata. Los atletas nacionales fueron asiduos concurrentes del podio.
En total fueron 56 medallas con el broche de oro de la natación 4X50 relevos que cerró la participación cuscatleca con un oro. La pequeña Pamela Barrera ganó el primer oro salvadoreño y fue parte del equipo de la última dorada. Vale destacar que en estas competencias no se lleva cuenta de medallero general por la filosofía de Olimpíadas.
Los atletas nunca estuvieron solos. La enorme comunidad salvadoreña en Los Ángeles se hizo presente en las competencias y también en la solidaridad. Apoyaron en las tribunas y también les regalaron tennis, camisetas, pantalones; un grupo de Cojutepeque les llevó tablets a los pesistas. Y fueron muchos los padres, tíos y abuelos de los atletas que acompañaron llegando desde El Salvador.
Lejos de los vicios de las competencias tradicionales, aquí todo es pureza y solidaridad. Entre los atletas, los entrenadores, el público. De todos y para todos. Los Ángeles vivió su fiesta mundial. Y los ángeles salvadoreños brillaron en lo más alto del deporte.