¡Y el ganador es!

Está por saberse el nombre del técnico sucesor de Albert Roca, quien dejó tirada a la Selecta

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Foto Por edhdep

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-08-09 10:29:00

La renuncia del español Albert Roca como técnico de la selección nacional nos sorprendió a todos. Lo hizo cuando el conjunto ya esbozaba un estilo y evidenciaba atisbos de poder competir con ciertas posibilidades ante selecciones del área; sería la inercia o el trabajo realizado, pero se le veía otra cara.

A Roca se le había presentado la Selecta como la posibilidad de mantenerse activo, mientras le salía algo mejor. Y estaba metido en una camisa de once varas, cuando la FESFUT le modificó el contrato y al parecer le puso condiciones inaceptables; en realidad fue afortunado que eso ocurriera y aduciendo problemas personales se marchó feliz con un buen colchón monetario. Había constatado en carne propia lo que ya sabía, que en un medio como el nuestro con tantas falencias y obstáculos, la estabilidad en ese puesto es un artículo suntuario.

Además el recurso humano no estaba para ilusionarse; contaba con un grupo de estibadores del fútbol doméstico que tácticamente luchaban por seguir sus instrucciones alrededor de un conductor como Arturo Álvarez, con cualidades diferentes, pero que está para jugar a ritmo sostenido a lo sumo un tiempo. Paralelamente tenía otro grupo de jóvenes que milita en el extranjero en equipos de mediano nivel, con actuaciones intermitentes y, esa falta de ritmo es notoria a la hora de integrar a nuestro primer equipo.

La situación es que en ese momento y ante la inesperada renuncia y para no equivocarse, la FESFUT se sacó de la manga de la camisa un casting para elegir al nuevo entrenador, actuando con la ambivalencia del defensa que por gracia casi divina queda frente al arquero rival y prefiere pasar la pelota a otro que asuma la responsabilidad de patear acertando, o cargando con la desgracia de fallar. Tal medida lo único que reveló fue debilidad e incapacidad y luego de una encerrona, abrieron la puerta para que cualquiera con una acreditación de entrenador pudiera optar al puesto.

Y ese cualquiera sin el menor tono peyorativo en el vocablo, podría llegar a la dirección de la Selecta como que si se tratara de una ruleta. Una instancia que sintoniza perfectamente con la realidad de nuestro fútbol y deja lugar para la pregunta: ¿qué podemos esperar entonces?, pues en tales condiciones y con tan poco tiempo para trabajar nadie puede reinventar el nivel de una escuadra futbolística. Quien llegue, estará convencido que tendrá una bomba de tiempo entre las manos, en un puesto destinado para temerarios que se hacen cargo de una culpabilidad certificada.

De entrada será el centro de la polémica, pues muchos no lo considerarán apto para la tarea y le darán rienda suelta a la iniciativa del ultraje. Otros se decantarán por la espera, pero lo cierto es que queda muy poco tiempo, como 24 días para el siguiente capítulo eliminatorio. Urgimos por sobre todo un motivador que convenza a los jugadores que es el hombre que necesitan y, como por acá no se puede vivir de resultados positivos pues escasean, en tanto se acude a los pretextos, deberá llegar con el paraguas abierto para soportar de todo. De ahí que el único camino que le quedará es pasar a la siguiente ronda, de lo contrario el sufrimiento no tendrá tregua.

Es que la selección debería ser un fiel reflejo de nuestro fútbol, pero cuando la situación es a nivel internacional, es muy poco lo que se puede esperar con la pobreza de resultados de nuestros equipos en torneos como por ejemplo la Concachampions en que solamente dan lástima. Así que esperamos del nuevo técnico trabajo y más trabajo en la búsqueda de un sistema o un estilo expres, que por supuesto nunca va a contar con el consenso unánime. Cada técnico que llega, aparece cargando su tolerancia, su astucia o el heroísmo necesario para pretender enderezar las cosas, encarando a una afición esperanzada en los milagros. Ahora debemos hacer vigilia aguardando por el nombre del ganador… o del perdedor, para afrontar un compromiso que está a la vuelta de la esquina.