Sí, existe una competencia en el mundo donde el juego limpio es una realidad; donde el “fair play” es un principio y no una mera declaración vacía de intenciones. Donde vencedores y vencidos terminan hermanados. Donde lo importante es competir pero más lo es compartir. Si existe: se llaman las Olimpíadas Especiales y mueve millones de personas en el mundo. Deporte en estado puro.
Sus Juegos Mundiales se realizan cada cuatro años y terminaron hace una semana en Los Ángeles. Uno allí, en ese “mundo paralelo”, vuelve a los orígenes del juego, a la pureza de la competición deportiva, donde las dobles intenciones brillan por su ausencia. Sin trampas ni ventajas.
Nada de envidia, cero egoísmo, honestidad total. Allí los atletas comparten alegrías y tristezas con sus rivales. No faltaron los abrazos en ningún podio. En ninguno. “Todos somos uno solo” es uno de sus lemas y se cumple. Corazón e integridad.
Los atletas salvadoreños con capacidades diferentes compitieron al máximo nivel mundial y lo hicieron de la mejor manera. 59 medallas trajeron al país. No se trata de un número. Se trata de luchas y sacrificios; del trabajo de Olimpíadas Especiales en el país. El reconocimiento en El Salvador, como en otros muchos países participantes, fue poco o nulo. Lástima. Aquí se le deberían dar más recursos; aquí la Asamblea debería declararlos “Hijos meritísimos”. Pero… quizás, ni se enteraron de las competencias, quizás “no vende”.
Acá no existen los famosos “códigos de futbolistas” ni obscenas disputas políticas entreveradas en el deporte olímpico. Solo la pasión por practicar disciplinas y superarse. Y a no menospreciarlos: el esfuerzo de estos atletas seguro iguala o excede al de cualquier jugador o deportista profesional.
Deberíamos darle, todos, mayor trascendencia a este tipo de eventos. Aprender de ellos. Que no sea una burbuja en el universo deportivo. Inculcar en las disciplinas convencionales la filosofía de Olimpíadas Especiales “aprender, disfrutar y beneficiarse con la participación activa”.
Y volver así, de a poco, a la pureza del deporte, esa que tanta falta nos hace entre tanto negocio.