El balón sigue rodando, los equipos compitiendo, pero el futbolista que se retira o lo retiran, se convierte en un ser común y corriente. Entonces, acude a una serie de mecanismos de defensa para sobrellevar la situación. En todos los deportes, pero más en el fútbol, por ser profesional o vivirse de ello hay personas que sufren y no pueden afrontar el retiro.
Y no solamente afecta lo emocional, sino lo económico, porque debe encontrarse una salida ocupacional que en este caso podría ser entrada para ganarse la vida y llevar el sustento a la familia.
Es cuando se comprueba en carne propia que la fama ha sido veleidosa, altamente peligrosa si no se ha sabido manejar, que puede crear una adicción infame y que de manera casi imperceptible va desapareciendo.
De la fama no se come y los privilegios se esfuman. ¿Qué hace un futbolista cuando llega ese momento? ¿Cómo se ha preparado?
En nuestro medio hay algunos que han entendido la situación y paralelamente se han preparado para cuando llegue ese retiro. Entre los futbolistas retirados tenemos destacados abogados, médicos, ingenieros, odontólogos, arquitectos, administradores de empresas, psicólogos, empresarios, entrenadores. Pero la mayoría, lo único que ha sabido hacer es pegarle con cierta destreza a la pelota y no han ocupado sus momentos de ocio de manera positiva.
Si se trata del alto nivel, una de las carreras más cortas que existen es la del futbolista; la edad, las lesiones, el aparecimiento de nuevos valores impiden que la gestión en la cancha no pase más de unos cuantos años, aun cuando se pueden dar casos de longevidad futbolística.
Claro que si lo comparamos con el trabajador común, sus sueldos parecen exhorbitantes, incluso gana nominalmente más que calificados ejecutivos, pero su actividad o permanencia en la profesión así como los riesgos vuelven proporcionalmente menores sus ingresos reales.
Por acá existe la creencia de que un jugador bien pagado podrían estar asegurando su futuro; se trata de un mito creado en torno a los contratos que firman porque en la práctica tales cifran dependen de la buena voluntad de los dirigentes, de los resultados y de las taquillas, ya que a ese reglamento de la FIFA no se le tiene ningún respeto, sobre todo si protege al jugador.
De ahí que cuando llegan las derrotas en cadena aparecen los medios sueldos, las multas y otro tipo de groseras estocadas económicas que no tienen nada que ver con lo que sucede con el resto de la población laboral. Y nada mejor utilizable para no pagar que acusar al jugador de bajo rendimiento.
En un afán de ganar campeonatos, muchos dirigentes ofrecen premios por meter goles, conseguir puntos y títulos, pero para optar a ellos hay que ganar, lo cual es muy raro en algunos equipos y es cuando no se respetan los contratos o se inventan formas ridículas de pago, de manera que a los jugadores les toca pasar numerosas penalidades para conseguir hasta lo más elemental que es la alimentación.
Por otra parte, nadie tiene el puesto asegurado; para una posición hay varios aspirantes y son muchos los ejemplos de jugadores que por una lesión quedaron inactivos de manera parcial o definitiva para no volver nunca más.
El análisis de la prensa especializada es otra de las presiones; cuando elogia es un aliciente pero cuando critica motiva serios conflictos emocionales.
Cada partido es una lucha y cada lucha una censura o un halago. También hay otro tipo de presiones de índole psicológica por lo corto de la carrera, en la que el retiro puede estar a la vuelta de la esquina.
Los actuales futbolistaS deben tomar en cuenta estas consideraciones y prepararse para cuando llegue el momento. En otras partes existen mutuales o asociaciones, pero por acá los jugadores no se afilian, por indolencia, temor a los dirigentes o por cobardía. Cuando en realidad lo único que busca Asociación de Futbolistas de El Salvador, Afes, es ayudarles.
De lo que no hay duda es que hay vida más allá del fútbol y que la camiseta es una llave maestra que abre muchas puertas si se ha llevado dignamente.