Recién había llegado al Alianza luego de militar en el Cementos Novela de Guatemala, que lo había traído de Chile donde era el goleador del Deportes Antofagasta. Una escuadra donde también militaron Luis Hernán Álvarez, José Sulantay Silva, Miguel Chueco Hermosilla y Hernán Clavito Godoy, muy conocidos en nuestro fútbol, pero que también fuera dirigida por don Hernán Carrasco.
Ese 1974 el equipo albo no andaba en sus mejores momentos de tal manera que la llegada de Hugo Ottensen Bravo fue determinante para que levantar su juego. Hugo vino con la fama de goleador y eso fue lo que hizo pues de entrada dio muestras de su capacidad como romperredes.
El 16 de enero de 1975 fue uno de los heroes albos que salvaron al equipo del descenso ante el Sonsonate y la fecha coincidió además con el útlimo partido en la Liga Mayor en la brillante carrera de Raúl Araña Magaña. En realidad Hugo era todo un regalo para sus mediocampistas, y le tocó jugar con grandes domadores de la redonda como Herbert Machón, José Luis Bracamonte, Víctor Manuel Patío Valencia, Julio César Pocho Cortez, Fernando Alba, Rey Cabrera, Roberto Cuchillo Guerra.
Es que siempre estaba desmarcado pues sabía ganarle las espaldas a los defensas, para picar a los espacios vacíos. Muchos técnicos optaron entonces por mandarle marcas personales pero con su fuerza y movilidad se las arreglaba para salir avante.
Al mismo tiempo fue construyendo una justificada fama de ser todo un caballero, mediante su don de gente que lo hizo ganar amigos por donde pasara y con los años de residir entre nosotros ya era considerado como un salvadoreño más. Allá por septiembre de ese año se anunció en el país con bombo y platillos que vendría al puerto de Acajutla el Buque Escuela La esmeralda, orgullo de la armada chilena, el segundo velero más grande del mundo.
Hugo organizó una excursión para ir a ver al menos de lejos, aquella maravilla de su tierra. Desde el muelle estabamos viendo las maniobras que hacían los tripulantes en la cubierta cuando el capitán se acercó al grupo para preguntarle: “¿tu eres Hugo Ottensen?, A lo que Hugo asintió y acto seguido el jefe marino nos hizo pasar, dándonos a continuación un trato especial y por supuesto una buena dotación de un exquisito vino chileno.
Aquella manifestación era el agradecimiento de un aficionado del Deportes de Antofagasta, que despojándose de su rango le rendía un pequeño homenaje a su ídolo a cuatro mil 600 kilometros de distancia.
Al año siguiente Hugo tuvo una de sus mejores temporadas al integrar un equipazo con la inclusión de Juan Ramón Martínez, Roberto Guara Salala, el uruguayo Julio César Pocho Cortez, el peruano Fernando Alba y el gran capitán de la selección nacional Víctor Manuel Patío Valencia.
Posteriormente jugó en el Independiente y el Chalatenango donde siguió metiendo goles y se entronizó en el alma de la afición nacional.
Pero además con sus dotes de caballero y crack conquistó el corazón de Miriam Hernández una bella dama salvadoreña con la que se radicó en San Francisco California, sin dejar esa identificación con lo cuscatleco que lo llevó a ser parte del movimiento cultural y deportivo de los salvadoreños en aquella urbe.
Hace unos años decidió trasladarse a Houston pero de tanto en tanto viene al país y al regreso se da sus pasadas por San Francisco donde siempre lo recuerdan, al punto que este 22 de agosto la organización Salvadoreños en San Francisco que coordina Miguelito Chapulín Pacheco y Jorge Joaquín Salazar le rindió un homenaje que tuvo en la conducción a Raúl Colindres, una de las voces autorizadas del deporte en el área de la bahia y la presencia del consul de El Salvador Julio César Martínez.Un homenaje que compartimos para un crack del fútbol y de la vida.