Los autos antiguos como cultura, afición y negocio

También es una pasión automotriz por aquellos autos que marcaron a diferentes generaciones. Un antiguo no siempre será un clásico, aunque su belleza de aquella época sigue enamorando a la mayoría.

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Dos momentos un Ford. El modelo 1949 de la firma estadounidense cruzando el puente Cuscatlán a mediados del siglo pasado y restaurado en 2015.

/ Foto Por edhdep

Por Raúl Recinos | Twitter: @raulonlon10

2015-05-12 9:34:00

Ver un carro antiguo bien restaurado o que mantenga sus detalles de fábrica intactos por la calle es imposible dejar de ver. Es como tener la oportunidad de ver un deportivo que hace gala de toda su musculatura, un sedán lujoso o un todo terreno imponente. El cuido del carro marca esa pauta, el año reciente que es, también. Pero los antiguos tienen ese imán que invitan transportarse en el tiempo.

En El Salvador, según explicó uno de los coleccionistas que se cita en este artículo, no hay ningún clásico: “aquí en el país no hay ningún carro clásico, se lo puedo decir con autoridad. La gente escucha hablar y si ve en la calle un antiguo dice que es un clásico y eso no es cierto, ningún carro de los que hay aquí es clásico. Yo tengo un par de carros bonitos pero no son clásicos, si me les dice clásico yo no me enojo pero yo sé que solo son antiguos”, confesó Braulio Hernández.

Cada experto en estos autos longevos tiene su propia definición de cómo diferenciarlos, pero todos llegan a la misma idea. Características únicas en un automotor o su producción limitada lo hace un clásico. El hecho de que haya sido propiedad de un personaje famoso también lo hace acreedor de un puesto en ese selecto grupo. En cambio, la edad de un cuatro ruedas marca la tendencia en ser antiguo.

A inicios de los años noventas nació la Asociación Salvadoreña de Carros Antiguos (ASCA). Luis Larín, un hombre de 70 años es de los fundadores de este grupo que posee este tipo de autos. La idea la importó de Guatemala, país donde organizó este tipo de eventos. Residió en el vecino centroamericano por más de 15 años y ya en El Salvador, en conjunto con sus amigos aficionados a este hobbie, echaron a andar el proyecto ASCA que se mantuvo activa hasta el 2007. Ahora está en un “receso”, pero que ya tiene pláticas para volver a realizar las actividades que hacían antes con frecuencia. Paseos, rallies, actividades de labor social, entre otros eventos, eran los pasatiempos.

Luis Larín no pierde su pasión por los autos, la cual empezó cuando era muy joven. Se lo debe a su padre, quien cumplió uno de sus sueños al regalarle un Ford de 1932 en 1960. Tuvo que traerlo de Olocuilta tras varios intentos por convencer a los dueños. 300 colones fueron los que tuvo que pagar para conseguir el carro estadounidense. 

La historia de ese Ford la cuenta como una buena anécdota el coleccionista, ya que desde la primera vez que lo manejó tuvo su primera aventura. Para traerlo a San Salvador solo le puso un galón de gasolina y una batería nueva, pero no contaba con que los frenos era un detalle que había que reparar y se enteró hasta que estaba en marcha. Luego se dañó el motor y paralizó unas fiestas porque ese repuesto lo tenía un hombre que manejaba un rueda tipo “Chicago”. Hubo un desembolso de 30 colones para volver a hacer funcionar ese Ford.

Por si fuera poco la afición a tener un antiguo, don Luis también asistió a incontables premios de Fórmula 1 por todo el mundo, museos, carreras de IndyCar, exhibiciones. Y ostenta algunos trofeos, como fotos con grandes pilotos como Juan Manuel Fangio o Ayrton Senna -ya fallecidos-. Estos sucesos son los que mantienen hasta la fecha a Luis Larín como un aficionado del automovilismo y a la vanguardia de las nuevas tecnologías de los autos.

Tanto así que en su cochera hay Oldsmobile Starfire convertible de la serie 88, del año 1961. SPEED tuvo acceso a esas joyas de automóviles que hay en El Salvador, al igual que otro convertible de la marca Ford, modelo Galaxie 500 XL de 1963. Antes también fue dueño de un Austin Mini, un Mini Cooper, un Corvette Stingray, un Chevrolet Impala, un Hillman Minx y un Oldsmobile de 1954 (ganador de la primera carrera que se realizó en El Salvador con motivo del Centenario de Santa Ana en 1955), vehículo estadounidense que se dejó de producir hace unos años.

“Para mí es el cumplimiento dentro de lo que mis medios me ha permitido hacer con lo que siempre me ha llamado la atención y lo que me ha gustado. Yo creo que todos tenemos algún gusto especial por algún deporte, hobbie, pero por falta de tiempo, trabajo o de plata, o una mezcla de todo, se le pasa la vida y no se dedica a eso. Yo hacía lo posible y hasta lo imposible por cumplirlo, por haber estado allí, y haber ido a eventos de categoría mundial y de disfrutarlo y, si podía participar, lo hacía”, resume Larín su pasión por los autos longevos y el automovilismo en general.

El presente

Los aficionados a los carros “ancianos” están dispuesto a continuar con esta tradición. En 2013 fue la última Convención Centroamericana de Autos Históricos en el país organizada por la Asociación Salvadoreña de Vehículos Americanos de Colección (ASAVAC), nueva asociación que nació a raíz de la poca apertura que encontraron en ASCA y por la inactividad en la que cayó. La exhibición fue un éxito y los países participantes se fueron conformes.

Braulio Hernández, dueño de otros tesoros de autos que hay en El Salvador, dejó de ser presidente de ASAVAC hace tres meses, pero se mantiene activo en cualquier evento que requiera que sus carros se exhiban. Antes de estar en esa asociación, y al ver que no todos entraban en la idelología de los pioneros, decidió formar una especie de club llamada Amigos de los Autos Antiguos.

Las reuniones de estos se empezaron a hacer en gasolineras y había espacio para todos, incluídos los automóviles antiguos americanos, japoneses y europeos. El único requisito era que el cuatro ruedas no estuviera en calidad de “chatarra”, cuenta Hernández. 

Poco a poco se unieron muchos y en una actividad que viene a su mente está el de un viaje en caravana desde San Salvador hasta Ataco que contó con la participación de 90 carros.

Braulio Hernández también le debe a su familia tener la afición. Recuerda que su abuelo tenía un pick up antiguo en los años sesentas, carro “de ese entonces”. Luego, en su etapa de estudiante de bachillerato se “enamoró” de un Chevrolet Bel Air de 1957 que tenían en una huesera por el excine Terraza. Tenía 16 años cuando el dueño de esa venta de repuestos usados, a manera de broma le decía que “algún día podría comprarlo”.

“Yo sentía que se burlaba un poco de mí. A través del tiempo compré ese carro y es uno de los mejores carros que tiene el país. Esa historia me dejó un poco marcado porque pasó el tiempo y haberlo visto cuando tenía unos 16 años y después a los 38 años poder comprarlo. Es un carro que tiene mucho valor”, recuerda ahora y asegura que ese carro que le costó un total de 11 mil dólares ya restaurado, ahora en el mercado podría obtener unos 70 mil dólares por ese convertible rojo que presume en su cochera, pero que de ninguna manera tiene intención de vender.

Un aficionado que tiene las posibilidades para sumar a su colección lo hace sin escatimar. Se necesita habilidad para saber cuál automóvil es restaurable, pero también se vuelve una enfermedad, como lo explica don Braulio: “es algo que nos pasa a todos los que nos gustan los carros antiguos, no paramos de querer tener otro carro, es una especie de enfermedad, uno anda buscando siempre los carros”.

La búsqueda no para, el olfato de Hernández siempre está alerta para comprar otro. Al momento de la charla con SPEED, tenía en agenda un Cadillac que está en Santa Ana. Pero hay detalles que se debe saber antes de emprender esa aventura, ya que según explicó, uno de los puntos básicos para hacerse con otro auto es averiguar si tiene documentación en regla, ya que las leyes para poseer antiguos ha cambiado y se complica en caso no reúnan los requisitos. 

Pasión y negocio

Ser aficionado al fútbol es igual en el hobbie o cultura de los antiguos: no sabe de edades. Ese es el caso de Gregorio Driottez, un abogado que gracias a su pasado empleo, ejerciendo su profesión, entró a ese mundo. Sin embargo, en algo coincide con los dos personajes anteriores. Su padre también fue pilar de influencia en lo que ahora hace.

Este jurista recorrió varios registros de todo el país y se encontró con una grata sorpresa. Fue enviado al Juzgado de Sonsonate y se perdió. Se halló en una finca donde había un Datsun de la generación Z que lo deslumbró. Tenía 21 años en ese entonces y ya ahorraba para comprar su primer carro. Lo adquirió hace unos 10 años y sigue en restauración, pero es invaluable para lo que significa. Luego encontró otros dos más de la misma generación que de igual manera compró en Apopa y el otro en Comasagua.

Driottez también anda en la cacería de longevos para restaurarlos y ponerlos a disposición para quien lo quiera alquilar. Su pensamiento es generar dinero con estos carros: “he ido renovando los antiguos para comprar los que que verdaderamente me van a dar para el negocio, porque yo alquilo los carros para producciones fotográficas, anuncios, los ocuparía para bodas, para alquiler, para generar capital, ese es mi objetivo, pero hay que ponerlo a generar dinero, porque también la gente se divierte, todos se toman fotos en estos carros”.

El padre de Gregorio tiene que ver mucho en esta historia. Aparte que ahora tiene un negocio de antigüedades que se llama Victrola y por la pasión que lleva en su sangre por los objetos de hace varias décadas, también rememora y tiene grabada en su mente una camioneta como la de la serie de los Cazafantasmas (Cadillac de 1959). “Mi papá tenía un hospital aquí en Santa Tecla y esa la ocupaban de ambulancia”, dice con mucha emoción.

Driottez posee un Ford F100 de 1949, pero también se embarcó en una búsqueda por un otro antiguo de la misma marca pero modelo Maverick de 1973, el cual perteneció a su padre. Revisó varios registros en el país y se enteró que un vecino era el dueño. Lo compró, lo restauró y se lo vendió a una prima.

El mundo de estos automóviles en El Salvador tiene entre sus pioneros a Carlos Pineda, José María Monterrey y Víctor Martínez, quienes comenzaron la afición y ha sido transmitida a otras personas que han tenido la posibilidad de ser parte de esta historia.