¿Qué pasó con “Chico” Paretti?

El extremo izquierdo chileno que le dio el primer título nacional al Alianza, en 1966, y luego hizo de El Salvador su segunda patria

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Foto Por edhdep

Por Wilfredo Hernández | Twitter: @wilhernandez68

2015-05-17 8:57:00

Tenía por seis meses y terminó haciendo de El Salvador su segunda patria. Apenas con 20 años, Andrés “Chico” Paretti arribó al país para vestir los colores de los albos del Alianza y pronto rindió frutos. Su gol, en el Juan Francisco Barraza migueleño, le dio el primer título a aquel cuadro paquidermo de verdaderas estrellas de la talla de Ricardo Sepúlveda, Miguel “Chueco” Hermosilla, entre otros.

Y Paretti lo recuerda muy bien. “Fue en una jugada que la hicimos junto con el ‘Chueco’ Hermosilla. Se la toqué a la orilla y yo me fui para el centro. El “Chueco” ganó la línea de fondo, centró y yo sólo llegué a empujarla para vencer a ‘Catuta’ López”, cuenta como si hubiera sido ayer.

Jugó poco con los albos, apenas un año por una “falta disciplinaria” difícil de creer en un hombre que transpira sencillez. “Yo tuve la culpa, me hice expulsar en un partido en Honduras”, dice, y resume que eso no le agradó a un directivo albo y ya no lo renovaron para el siguiente torneo.

La historia de “Chico” Paretti comienza en las calles de su Santiago querido. Allá jugaba en las calles de su comuna por el año 1962. Su calidad lo llevó a un campeonato juvenil a nivel nacional, poco después del Mundial de Chile. Lo vieron y se lo llevaron a un combinado para participar en ese campeonato, lo ganaron a nivel capitalino, pero luego los eliminaron en Arica, pero él quedó en la retina de los ojeadores de los equipos profesionales chilenos.

A los 17 años, la Universidad Católica, uno de los equipos más populares de su país, se fijó en él y se lo llevó a las categorías juveniles, de donde saltó a la reserva, donde jugaba “sin sueldo porque a mí me gustaba”.

De la Católica se fue prestado a la Universidad Técnica del Estado, en Ascenso, donde jugó un año y regresó para encontrarse con tres alternativas: jugar en el Huachipato, quedarse en la Católica o viajar a El Salvador al Alianza, donde lo requería don Hernán Carrasco Vivanco, el histórico entrenador chileno que en ese entonces entrenaba a los albos.

Optó por El Salvador, y viajó, no sin antes someterse a la titánica labor de convencer a su madre para que lo dejara partir. Lo logró porque le dijo que su préstamo solo era por seis meses.

Después de un año con los albos, a quienes dejó con un título nacional en sus vitrinas, se fue a Luis Ángel Firpo junto con su compatriota Julio Escobar y ayudó a los toros a lograr el ascenso a Primera.

Jugó tres años con los usulutecos hasta que se retiró con apenas 29 años, por una ingrata lesión en la rodilla derecha, que necesitaba operación. Y acá llega la anécdota triste de “Chico” Paretti, que cuenta que los directivos pamperos no quisieron cambiar la deuda que tenían con él por el pago de la operación y decidió abandonar el fútbol.

Paretti jugó poco en el fútbol salvadoreño, pero le bastó para demostrar su calidad y su habilidad goleadora “a pesar de la estatura”, como él mismo lo acepta.  

“Chico” ve ahora hacia atrás y quizás no se arrepiente de haber convertido aquellos seis meses en toda una vida en su segunda patria.

¿Qué hace?

Andrés “Chico” Paretti se enamoró de Usulután y se quedó para siempre. Después de su paso por Luis Ángel Firpo, el exjugador chileno hizo suya la cabecera departamental, se casó con Blanca Lidia Flores, procreó dos hijos (Uberlinda y Andrés) y se convirtió en un usuluteco más, aunque desde hace dos años reside en San Salvador.

Allá en el “Granero de la República” trabajó en el desaparecido IRA, la institución que distribuía granos básicos y leche en el país. Ahí, comenzó en la báscula, pasó al área de inventarios y terminó haciéndose cargo del fondo circulante de la empresa hasta que se jubiló después de 23 años y tres meses en la institución.

Retirado del fútbol en activo, se volvió a enrolar en la organización y dirección de aquel equipo IRA 26 que logró llegar hasta la Liga de Ascenso, pero que desapareció por falta de apoyo. Lo formó y lo dirigió después de formarse como entrenador con don Hernán Carrasco como profesor. 

Después de IRA, trabajó en el supermercado Don Pedro y luego en una farmacia como asistente de la gerencia, hasta que decidió irse a descansar a su casa y gozar de su familia.

Intentó volver a jugar en el papi fútbol, en San Miguel, pero se convenció que la lesión persistía y desistió. Ahora, en su casa en la zona norte de San Salvador, don Andrés revive sus glorias, esas que lo tienen como un histórico aliancista.