Bob Marley, los gatos de Blazer y el circo bizarro de la FIFA

Postales más dignas de una comedia que de esta triste realidad

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El fiscal de la FIFA Michael García apelará la decisión del juez especializado en ética del ente, Joachim Eckert, de cerrar la investigación sobre cómo Rusia y Catar lograron convertirse en las anfitrionas de los mundiales de 2018 y 2022, respectivamente.

Por Gustavo Flores | Twitter: @Gusflores21

2015-06-04 8:11:00

Postales de la corrupción: en algún lugar de Puerto España, en la caribeña Trinidad y Tobago, Jack Warner baila y canta su canción preferida: “every little thing gonna be alright”. La hace con 200 seguidores de su partido político que lo aplauden tras un refrigerio con ‘Pelau chicken’ (pollo con azúcar negra, la comida tradicional) y abundante cerveza, claro.

Unas horas antes, en Zurich, un Joseph Blatter exultante -y quizá con algún whisky reciente- no escondía su euforia por haber sido reelecto, tras un largo conteo al ritmo del bolero “Bésame mucho” en el frío recinto del pomposo estadio de Zurich donde se realizó el congreso. En el Central Park de Manhattan, estresados gatitos ponen en marcha su especial sentido animal y presienten que algo no está bien. Son las mascotas de Chuck Blazer, quien les alquilaba solo para ellos un departamento en el piso 49 de la Torre Trump de 6,000 mil dólares por mes…

No es difícil imaginar de donde venía el dinero sucio de ese y otros fastuosos apartamentos; quizás lo complicado sería adivinar a que sede mundialista pertenecía el soborno para pagar la renta. ¿Cuántos se arrepentirán hoy de aparecer abrazados al barbado personaje en las fotografías de su extrovertido y hasta hace poco divertido blog? Y si de interrogantes se trata, ¿que será de la suerte del pequeño hipódromo que tenía en su mansión de Miami Rafael Esquivel, el presidente de la Federación venezolana por más de 28 años, quien manejaba tarjetas de crédito como si fueran monedas de un centavo?

Son imágenes bizarras de una FIFA que había entrado en un espiral corrupto sin solución. Retazos más cercanos a una comedia de cine que a una triste realidad de los “capos” del fútbol mundial. Si hasta a Nicolás Leoz, el mandamás de Conmebol durante un cuarto de siglo, se le ocurrió pedirle a Inglaterra que lo nombraran ‘Caballero del Imperio Británico’ a cambio de votar por ellos en la pugna por el Mundial 2018. La distinción nobiliaria, claro, fue desestimada por la Corona británica pero queda en evidencia lo osado de los pedidos cuando ni siquiera los fajos de dólares alcanzan para satisfacer la codicia. Algunos, como el fallecido dirigente argentino Julio Grondona, explicaban el origen de su fortuna de varios dígitos simplemente en la administración de una ferretería familiar…

¿Hasta dónde había llegado la impunidad? Hasta límites como los descriptos anteriormente. Seres intocables a los que un día se les corrió la cortina de la fantasía y quedaron al desnudo, con todas sus secretos y miserias desplegadas en las portadas de los diarios y revistas del mundo. Corrupción que se trasladaba de generación en generación, descripción dada por la fiscal estadounidense Loretta Lynch y literalmente comprobada en casos de padres e hijos involucrados y buscados por Interpol: los Warner, dirigentes triniteños, los Jinkins, empresarios argentinos… y seguramente seguirán las firmas.

Ladrones de guante blanco y cero escrúpulos que ven desmoronar su castillo de naipes con la misma facilidad con la que ellos conseguían sus regalías. Todos los días, una olla de escándalos se destapa. Ayer fue Irlanda, un día antes Francia 98, mañana quien sabe. Vale la pena repasar una de las frases más acertadas para definir al fútbol y que pertenece al periodista argentino Ezequiel Fernández Moores: “Es demasiado deporte para ser sólo un negocio; pero es demasiado negocio para ser sólo un deporte”.

Cuatro días después de aquellos pasos de reggae, Warner amenaza con seguir abriendo la caja de pandora y hoy dice que teme por su vida. Tres días después de escuchar el bolero en Suiza, prometer que sacaría el barco a flote y afirmar convencido que “renunciar sería admitir la culpabilidad”, Blatter renuncia. Y al “Titanic FIFA” ya no hay quien lo sostenga. Llora en su despedida ante sus empleados de Zurich y les pide que tengan fuerza ante nuevas tormentas que se avecinan. El tsunami, dicen, recién empieza.

Todo es tan cambiante y rápido que parece, vaya la ironía, un partido de fútbol de ida y vuelta. Aunque aquí todos pierdan. Hasta los pobres gatitos de Blazer.

Las postales bizarras de la FIFA parece que continuarán por largo tiempo…