Ricardo Ayala

¿Qué pasó con...? El exkarateca que llegó a dominar la región C.A. en la modalidad de katas y que fue campeón en Cartagena de Indias, en Colombia

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Ricardo Ayala en una competencia hace varios años. Foto EDH

Por César Najarro | Twitter: @cjnajarro

2015-06-07 7:23:00

Una filosofía de vida se encontró Ricardo Ayala en el karate, casi por casualidad. Y es que llegó a este deporte porque su hermano le pidió que le acompañara cuando se le metió la idea.

Nada sabía de esto Ricardo, un niño proveniente de una familia luchadora y muy humilde que encontró respuesta a la rebeldía en la disciplina deportiva.

Con 12 años, le gustó el control externo del profesor de karate (su primer instructor fue Jaime Ávalos, y eventualmente Oswalds Mata le dirigió) y del deporte.

Nunca se imaginó que se quedaría en este arte marcial, pero además de la disciplina, pudo conocer el país con los viajes que hacían para competir o por demostraciones.

Esa sensación se complementaba con la libertad y confianza que le brindaron sus padres al permitirle viajar solo, es decir, con los compañeros de deporte pero sin padres, sobre todo después de que recibió un fuerte golpe en la cara y su padre le regañó. “A partir de ahí dije que no vinieran a verme porque si no me iban a estar regañando”, recuerda con una sonrisa.

Para 1997, comenzó a formar parte de la selección juvenil y salió por primera vez del país. Fue para Honduras. “Fue la ruptura del cordón umbilical. Recuerdo que mi familia nos llevaba al Pollo Campero solo en momentos especiales, era un lugar privilegiado. Y en Honduras justo fuimos a comer al Pollo Campero. Me dio una nostalgia, pero prácticamente el karate, todos se convirtieron en una nueva familia, y pase la mitad de mi vida ahí”.

Poco a poco, Ricardo fue creciendo y fue clave en el cambio generacional del deporte, sobre todo a nivel de katas, donde más brilló. Ganó oro en kata por equipo juvenil en el C.A. de Costa Rica del ’98. Al año siguiente, en combate se quedó con la plata en el Shito Riu de Cuba, al perder con el nacional Emilio Barillas, pero ya estaba despuntando siendo juvenil aún.

Llegaron así los oros mayores en kata por equipo y también las medallas individuales, desde el bronce, plata y luego oro hasta dominar por completo la región centroamericana y ser frecuente bronce a nivel C.A. y Caribe.

En combate, seguía destacando también, aunque un poco menos, pero lograba meterse a disputar y a veces ganar terceros lugares.

Su graduación fue en 2006, cuando junto con el equipo de kata masculino logró el ansiado oro del C.A. y Caribe, en Cartagena de Indias, Colombia. 

Se mantuvo como campeón C.A. y medallista C.A. y del Caribe desde 2009 hasta 2011, y se retiró poco después de ganar plata en el Iberoamericano en kata individual.

Se retiró en 2012 y tuvo un breve retorno en 2013, pero ahora ya no piensa en volver a competir, ya dio lo que tenía que dar ahí, afirma. Sin embargo, siempre está abierto a colaborar con la federación y a impartir sus conocimientos, algo que el karate le ha permitido seguir haciendo pese a estar ya retirado del deporte de alto rendimiento.

¿Qué hace?

La historia de Ayala es de sacrificio, de sacrificio desde sus padres, que se esforzaban por sacar adelante a sus hijos y brindarles educación de calidad pese a no tener empleos formales.

Ricardo combinó siempre el deporte y el estudio, pero también el trabajo. Se le abrió la puerta de brindar clases de karate en la Alcaldía de San Salvador, adonde puede satisfacer otra de sus necesidades, lo que él llama un deber social. Da clases gratis con este programa en el mercado Tinetti. 

Le dedicaba la mayor parte del tiempo al trabajo, en los ratos libres, almuerzos y espacios entrenaba, y por la noche estudiaba en la UCA. Se le complicó mucho el estudio, llevaba dos o tres materias, no las pasaba todas, tenía problemas con algunos catedráticos que no le diferían los exámenes cuando competía afuera representando al país, y algunos hasta le llegaron a decir que jamás se graduaría, que se decidiera por el deporte o el estudio. Ricardo no renunció a ninguno, siguió su camino en el karate hasta donde sintió que era el momento de dejarlo, se graduó luego de casi 12 años de estudio de abogado y ahora también ejerce. Sus prioridades, como él mismo recalca, son su hija y su esposa. Tiene su propia oficina y sigue poniéndose metas nuevas cada día.