¡Si no fuera por ellos!

Tenía que ser el Papo Castro Borja quien anda organizando un partido para ayudarle a su utilero

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Abraham Beltrán hacía muchas cosas en la Selecta y una de ellas era tener listos los uniformes. Foto EDH

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-06-08 2:45:00

Sin que nadie lo note o lo destaque, ha sido siempre el primero en estar en el trabajo y el último en irse. Una constante en la vida de Abraham Díaz Beltrán como utilero de la selección nacional, hombre ejemplar en su profesión, quien trabaja arduamente para que pueda empezar el entreno o bien para que un jugador pueda terminar su jornada de la mejor manera. En las concentraciones o en los hoteles, su habitación siempre está llena de maletas y se la pasa ordenando los implementos que van a ocupar los jugadores.

Su función es esa, tener en orden la ropa que se utiliza en el entrenamiento, ya sea en doble o triples jornadas. Y cuando el equipo llega a la cancha debe tener conos, estacas y vallas, todo el material para que empiecen su actividad.

Hay ocasiones en que debe realizar labores como el lavado, reparación y cosido de las prendas que utilizan los deportistas, el cuidado de los botines, ropa de entrenamiento, indumentaria oficial, incluso le ha tocado hacerla de confidente, o hasta razonero de lo más discreto de los jugadores.

Así mismo, vela para que estén disponibles los chalecos y prepara las bolsas con el material en los desplazamientos y su distribución a los jugadores.

Si el entreno es a las seis o a las siete de la mañana la dinámica es otra y le exige levantarse con el alba para estar atento a lo que el futbolista necesite y después recoger uno a uno los instrumentos de trabajo.

Y lo ha hecho con una sonrisa de satisfacción por el deber cumplido.

“Gracias a Dios conozco muy bien el trabajo y lo disfruto, aún y cuando podemos pasar mucho tiempo fuera de la casa. Cuando uno está muy metido en el trabajo y que te encanta, el tiempo pasa muy luego”, explicó Beltrán.

Llegó a la selección nacional el 1 de marzo de 1985 , el técnico era Juanito Quartarone quien lo recibió con una sonrisa y le explicó la gran responsabilidad que adquiría. Desde entonces le tocó trabajar y conocer a tantos entrenadores de diversas latitudes y aprender a comprenderlos e incluso a tolerarlos.

Desde los de temperamento explosivo como los balcánicos Milovan Djorich, Miroslav Bucazinovic, Kiril Dojcinovski, Milos Miljanic, la gentileza de Anibal Ruiz, la actitud cosmopolita de Omar Pato Pastoriza y Anibal Conejo Tarabini, la caballerosidad de Carlos de los Cobos y de tantos nacionales con mucha capacidad como Juan Ramón paredes, Conrado Miranda, Oscar Emigdio Benírtez, Armando Contreras Palma, José Luis Rugamas, Tuco Alfaro y uno en especial que le ayudó tanto y lo aconsejó con gran paciencia como Raúl Magaña. Y en ese andar ha viajado a tanto lugares pero muchas veces solo le ha tocado llegar al aeropuerto, salir para el hotel, enclaustrarse en su habitación para ordenar los implementos, salir cargado para el estadio y volver para hacer las maletas y otra vez al avión. “He ido a tantos lados pero he conocido tan poco, pero eso es parte de mi trabajo” expresa.

Hace unos años en la FESFUT le dieron un lugarcito donde vivir con sus dos hijas y su señora . Y todo iba bien hasta que en diciembre pasado sintió un tremendo dolor de cabeza que fue aumentanto hasta que lo internaron en el Seguro Social, donde se recuperó poco a poco de un derrame cerebral, que le agravó un problema de la vista. La semana pasada fue operado por el doctor Jaime Ávila quien con mucha naturalidad expresó: “cómo voy a cobrarle a Beltrancito” y, los costos de hospital corrieron por cuenta de Miguelito Giacoman, gente del fútbol. Pero la situación no ha estado tan buena ante lo cual el Papo Castro Borja y otros de sus antiguos jugadores han organizado un partido para ayudarle. Se habla de la presencia de Díaz Arce, Cienfuegos, Cerritos, el Mágico, el Tuco quienes se enfrentarían al glorioso Firpo en el mero estadio Cuscatlán. 

Para ayudarle y hacerle sentir a Beltrán que se le quiere y se le aprecia su trabajo. ¡Qué sería de un equipo profesional sin el utilero!