Cosas del ser salvadoreño

Ser salvadoreño es querer a las pupusas como al agua misma, esperar por la luz del Izalco para iluminar el Pacífico, enamorarse del mar y de las montañas en un mismo día

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La Selecta ganó la serie a St. Kitts y Nevis y ahora va a Copa Oro en Norteamérica. Foto EDH

Por Fernando Palomo | Twitter: @Palomo_ESPN

2015-06-14 8:33:00

Ser salvadoreño es querer a las pupusas como al agua misma, esperar por la luz del Izalco para iluminar el Pacífico, enamorarse del mar y de las montañas en un mismo día. Aprender que el queso puede ser duro y blandito, en una misma rodaja. Disfrutar el atardecer y del amanecer en una misma jornada. Creer que la Selecta está obligada a ir cada Mundial, sin hacer nada para que esto suceda. Cosas del salvadoreño.

La selección nacional de fútbol no es más que el reflejo de lo que cada día siembra, o deja de sembrar, el fútbol nacional. Lo que se vio el jueves en Basseterre en la isla de San Cristóbal, es el fútbol salvadoreño resumido en un equipo. Podemos posarnos en escenarios optimistas que no conducirán a nada más que al despertar de valores de la personalidad del salvadoreño. La Selecta puede mostrar mós corazón, tenacidad, trabajo, pero poco pueden hacer los jugadores si de lo que carece la selección nacional es de valores futbolísticos.

El resultado de décadas de abandono a las tareas fundamentales de cualquier deporte: la educación. En El Salvador se han probado todas las fórmulas posibles. Los métodos brasileños, serbios, argentinos o españoles chocarán con lo mismo que encontraría cualquier marciano al intentar sacarle resultados a la selección nacional. En el fútbol salvadoreño no se educa para jugar al fútbol como lo requiere la competencia de esta época. Aún hay quienes opinan del juego añorando aquellas imágenes en blanco y negro de las que no quieren salir.

El fútbol cambió hace mucho tiempo. Pasó a ser un juego en el que difícil será competir sin salir de las prehistóricas prácticas del semi-profesionalismo nacional. No es atletismo pero es cada vez más atlético. No es una ciencia pero requiere de jugadores preparados para el estudio y educados. En El Salvador creemos que seguirá funcionando la receta que sacó alguna vez al Mágico. Ese jugador se crió en el fútbol de la calle, de esas por las que es tan difícil caminar en estos días. Lo del jueves será un recuerdo de lo que somos futbolísticamente.

Un país que no invierte en la generación de deportistas integrales estará condenado a ser uno como el que el jueves empató con agobio en una isla caribeña de apenas 54,000 habitantes. No esperen cosechar nada cuando en El Salvador nada se siembra en el deporte. Esta es la realidad. Mejor admitirla y buscar cambiarla, ante que esperar que así como por cosas del ser salvadoreño, el fútbol cambie por sí solo.
Las grandes revoluciones fueron comenzadas por el esfuerzo individual de personas que creyeron que había algo que merecía ser cambiado.

El fútbol salvadoreño y el deporte salvadoreño en general merece un cambio. Pero nada pasará si no existen personas que provoquen  esa revolución. En nuestro país el deporte involuciona. Un ejemplo es el fútbol.