Como aves de paso

Por acá se han vuelto sistemáticos los cambios de jugadores, andan de equipo en equipo, de ciudad en ciudad sin poder consolidarse

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El experimentado Omar Mejía tiene más de una docena de años jugando con Isidro Metapán. Foto EDH

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-06-28 2:55:00

En estos caóticos tiempos, la estabilidad de los futbolistas en los equipos de la Liga Mayor es tan corta como pasajera. 

Cuando apenas llevan unas pocas fechas y se encuentran en el proceso de adaptación, ya están pensando en el próximo equipo donde van a cobrar.

Pensar que alguien defienda la misma divisa durante toda su carrera futbolística suena a extravagancia, a menos que se llame Kin Canales Escobar, Leonel Cárcamo Batres, Milton Meléndez, William Chachagua, Adonay Martínez, Elenilson Sánchez,Omar Mejía. Ellos se declararon intransferibles por cuenta propia y optaron por militar exclusivamente en el cuadro donde debutaron, una excepcional muestra de lealtad a un estandarte, en lo que pareciera ser un ámbito de emergentes mercenarios.

Aquello de que los jugadores dormían con la camisola de su equipo y lloraban sus derrotas es cosa de un pasado romántico; cuando en el mismo barrio era impensable cambiarse al cuadro del barrio vecino, ya que la camiseta era un símbolo de pertenencia e identidad y nadie estaba dispuesto a ser considerado un traidor. Era cuando todos sabíamos el número que nos tocaba y la zona por donde debíamos desplazarnos.

El 7 era el dueño de la banda derecha, el 11 de la izquierda, con el 1 no había discusión y no se usaban esos números tan grandes propios de otros deportes. Es que el amor a la camisola nació como algo literal, luego con el profesionalismo se convirtió en el culto a un color, que significa muchas cosas, comenzando con el sustento diario para la familia, por eso se debe honrarse a la institución y defenderse a toda costa como que si se tratara de la vida misma.

En nuestro medio el Alianza ha sido blanco, el Marte azul, el Águila naranja, el FAS azulgrana, la UES roja, pero ahora los equipo ultrajan sus uniformes con anuncios que van desde bancos, pizzas, telefónicas, hamburguesas y hasta condones. Claro que se trata de una situación indispensable para la supervivencia, pero hay que ver los uniformes de los equipos para darnos cuenta que anunciarse ahí es más fácil que en los periódicos.

De manera pues que hay varias causas para que el amor a la camisola venga a menos y uno de ellos son esos torneos cortos y el constante cambio de jugadores que derivaron en que el nivel futbolístico decayera, aunque los dirigentes se aseguran al año dos rentables semifinales y dos finales. Esos torneos se han convertido en jornadas apuradas, cortísimas, que devoran a los entrenadores pues no les permiten desarrollar un estilo mucho menos darle oportunidad a los jóvenes, a menos que sean excepcionales.

Por eso se vuelven cautelosos, resultadistas y dirigen con el estómago. Dentro de tales coordenadas el jugador advierte que ganar un torneo no es lo que le puede dar más ingresos, sino la posibilidad de cambiar de equipo, debido a lo que hizo y no a lo que va a rendir, así tenga que andar de ciudad en ciudad. De un torneo a otro tenemos constantes cambios de jugadores, aparentemente inexplicables, quienes andan de equipo en equipo sin poder consolidarse como consecuencia de los desajustes propios de la itinerancia en que campean problemas emocionales y físicos causados por la desadaptación. 

Por eso cuando los técnicos dan con un plantel que hace de la posibilidad de ganar una costumbre, con devota sensatez optan por que los dirigentes retengan a toda costa a sus mejores elementos y solamente prescinden de quienes van de salida, de los lesionados o de los que piden mucho. Son las consecuencias de los torneos cortos que siendo más rentables no son lo más recomendable para el nivel futbolístico.

Por su parte, los pocos aficionados que van quedando, no tienen ni voz ni voto y deben acomodarse a lo que decidan las autoridades que rigen la competencai; en tales circunstancias se han costumbrado a ver ese constante ir y venir de los jugadores y aceptar que detrás de esos catálogo de ventas que son las camisolas, están los colores queridos de sus equipos.