Eran terrenos que empezaban a ser absorbidos por el crecimiento de la ciudad. Su propósito perdía sentido. No había razón para mantener tierras de pasteo para las bestias que halaban los tranvías que unían San Salvador con Santa Tecla cuando esas líneas eran soterradas bajo una capa de asfalto. Don H. de Sola encontraba mejor destino para aquellas tierras.
Parte de la finca en la que se acorralaba el ganado que trabajaba en el tranvía, sería urbanizada para hacer una de las colonias más elegantes de aquel San Salvador. Otra parte la donaría al gobierno de Maximiliano Hernández Martínez, a cambio de la conexión libre de costo, de los servicios sanitarios de las casas existentes y las que se construyeran en el futuro en esos terrenos de la finca “Flor Blanca”.
Era 1933 y en El Salvador urgía la construcción de un “Stadium” para albergar los III Juegos Centroamericanos y del Caribe para los que había asumido su organización en 1930. Guatemala era la elección más lógica, habiendo sido esta la única otra delegación en los Primeros Juegos en México en 1926. Guatemala desistió del honor y fue el Profesor Ruben H. Dimas en condición de jefe de la delegación salvadoreña que en el Vedado Tennis Club de La Habana, acepta la sede para El Salvador.
El Presidente de la República era Pío Romero Bosque. Desde entonces, un golpe de estado al gobierno de Arturo Araujo en 1931, el levantamiento campesino de 1932 y la crisis económica mundial pusieron freno a la organización de los Juegos Centroamericanos.
Cuando Don H. de Sola y el gobierno de Hernández Martínez acuerdan la cesión de los terrenos para que se construya el Stadium, El Salvador aceleraba los procesos para llegar a tiempo a la organización de la justa originalmente planteada para el mes de marzo de 1934. La licitación publicada en el Diario Oficial estipulaba que la obra no podía superar los 150,000 colones y ademas “debiendo procurarse la mayor reducción posible en la propuesta”.
La capacidad máxima del Estadio Nacional era estipulada en doce mil espectadores. La visión inicial del Estadio contemplaba la construcción de las “galerías y patios” para el basket y tennis en los alrededores del mismo. Al igual que “el tanque de natación” que sería construido conforme a la “técnica deportiva”.
El proyecto fue asignado al Ing. José Eugenio Alcaine y financiado por el fondo “Pro Cultura Física” aprobado en septiembre de 1933. Los Juegos tuvieron que posponerse y el estadio detuvo su obra a consecuencia del ciclón que castigó al territorio nacional en junio de 1934. Lo llamaban “la catástrofe más grandes” de los últimos veinte años. El ruido de un huracán “que ha enterrado barrios enteros y dañado el cimiento de grandes estructuras” describía El Diario de Costa Rica.
El cineasta Alfredo Massi captura en su documental de la época el panorama de un estadio devastado por las fuertes lluvias. El Congreso Técnico Permanente de los Juegos Centroamericanos otorgó a la organizacional nacional, postergar los Juegos para el mes de marzo del siguiente año.
Después de varias extensiones presupuestarias, la obra del Stadium se pudo terminar a tiempo de su primer gran evento: la toma de posesión del General Maximiliano Hernández Martínez como presidente de la República. El costo, incluyendo el valor de los terrenos donados por De Sola superó los 700,000 colones como lo detalla la memoria oficial de aquellos Juegos.
Fueron veinticinco mil personas, más del doble de la capacidad del estadio, las que colmaron las gradas del nuevo coloso deportivo. La elegante tarima art-nouveau del Campo de Marte dejaba de ser estrado para las grandes citas de estado. Tras las elecciones de enero de 1935, que duraron tres días y en las que Hernández Martínez fue el único candidato, el recién terminado escenario deportivo abría sus puertas el viernes 1 de marzo de 1935.
A las cuatro de la tarde de ese día el Arzobispo de San Salvador, Alfonso Belloso y Sánchez bendijo las nuevas instalaciones y se abrió la sesión solemne de la Asamblea para la investidura presidencial del General Martínez. En su discurso dijo “debo haberme equivocado muchas veces; pero afirmo que siempre me guió la mejor intención”. El Estadio Nacional de la Flor Blanca se abría con un evento político para que dos semanas más tarde le diera la bienvenida a las delegaciones de nueve países que desfilaban para la apertura de los III Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Así nacía el más importante escenario deportivo de El Salvador. El Stadium. Para muchos aún, “el Flor Blanca”. Fue ahí adonde el Mágico empezó a soñar mientras jugaba con cajas de chocolatina en las plazas exteriores. En el campo su hermano, el “Pachín”, hacía de las suyas con el Marte. River jugó bajo la nueva iluminación, Pelé hizo que se iluminara Alianza. Ahí la Selección Nacional se llenó de gloria camino a su primer Mundial. Las gestas atléticas de Kriscia Lorena García y Norma Franco se sumaban a la leyenda de Tóchez, o el Tico Santos. Grandes fiestas regionales lo tuvieron de anfitrión en el ’94 y en el 2002.
Querido Estadio Flor Blanca, felices 80 años. Gracias por todo y perdón por tan poco.