Me decía mi abuela que, si quería alcanzar el éxito, debía ser ordenado, planificado y, sobre todo, trabajar duro (eso me lo decía en otras palabras, por supuesto). Entonces, con esos componentes —y tal vez algunos otros— quizás no se garantiza al cien por ciento el éxito, pero sí se deja constancia del esfuerzo que se hizo.
Quizás por eso la percepción pesimista de algunos aficionados y un sector de la prensa (estos no le dicen abiertamente por temor a no sé qué) sobre los “procesos” de las selecciones Sub-23 y Mayor.
La primera, ya con la eliminación preolímpica a casi cuatro meses (léase, cuatro meses), aún no tiene técnico y apenas ha hecho dos convocatorias con sus respectivos microciclos; mientras los rivales (Panamá, Costa Rica yNicaragua), al menos los dos primeros ya nos llevan algunos meses, si no años, de ventaja.
La segunda, la Mayor, amén de los amistosos de calidad que ha tenido, y tendrá, también ya tiene en puertas la Copa Oro, donde, para algunos al único puesto que podemos optar es a un tercer lugar, peleado a Jamaica, pues Canadá y Honduras los piensan lejos.
Llámenme como quieran, pero mientras no se vea un trabajo bien planificado, organizado de las autoridades, la idea mediocre para las selecciones no se quitará.