La afición salvadoreña es otra cosa

El juez desestimó los cargos de lavado de dinero a los amañadores, pero la afición es otra cosa...

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Dennis Alas, Dagoberto Portillo y Osael Romero, conversan durante la audiencia 

/ Foto Por Salomón Vásquez

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-03-29 8:04:00

Fue tan gratificante ver a la selección nacional jugando contra Argentina en el marco de un estadio pintado de azul y blanco, allá en Maryland; en ese momento nuestro compañero Alex Torres con esa su mesura comentó: “¿que pensarán los amañadores al ver todo eso?, ¿les dará algún remordimiento con esa esforzada gente que con tanto entusiasmo y portando esos sagrados colores llegan de diversas partes de los Estados Unidos a ver los partidos?; ellos pueden haber sido absueltos por la justicia, pero en la afición es una traición que jamás olvidará”.

Coincidió que la semana pasada se dictó sentencia y el grupo de los amañadores quedó absuelto a nivel penal, pero en esencia las mentiras y operaciones mafiosas detrás del engaño no se pueden obviar ni olvidar. Y lo que en ningún caso es admisible y resulta absolutamente despreciable es que ellos como profesionales del fútbol se prestaron a manchar sus nombres, sus carreras, sus familias y los colores azul y blanco por unos dólares más, dejando así una huella putrefacta y, lo peor, una herida incurable en lo que debe ser esencia inmaculada del deporte, como es la limpieza competitiva de quienes saltan al campo a luchar con todas sus ansias y potencialidades en pos de ganar una contienda para el equipo o para su país. El asunto, tiene un trasfondo más allá de que sea lógico o no, que se pague a un apostante por hechos que siendo circunstanciales son manipulados. Un tema que se ha vuelto quebradero de cabeza para la FIFA, que lucha para evitar la proliferación de amaños de partidos.

Y ha sido tan frustrante como aleccionador saber sobre las andanzas de este grupo, porque solo dando a conocer investigaciones como esa, las operaciones mafiosas detrás de un engaño tan execrable pueden quedar al descubierto. El juez no encontró méritos para llevarlos a juicio por lavado de dinero, pero eso ha sido en el ámbito judicial, no obstante es deber de las autoridades del fútbol resolver las enfermedades que puedan ser terminales para esta actividad, pues somos amantes de la pelota y estos engaños deben ser erradicados.

El fútbol ha sido atacado violentamente, por tal instancia sorprendentemente simple. Tan simple como entregarle a uno o varios jugadores unos cuantos billetes que indemnicen su ambición a cambio de condicionar su actuación dentro de la cancha. Claro está que, en otras partes del orbe, los truncieros se cotizan por sumas más elevadas, pero en nuestro medio estaban a precio de oferta y, con ello, se llevaron de encuentro a la afición, entrenadores, dirigentes y periodistas. Fue un vil engaño, por eso llega sorprender que con la mayor desfachatez, algunos hasta se atreven a decir que podrían volver a jugar e incluso a demandar a los medios por haber expuesto publicamente su gracia. ¡Vaya frescura!.

La afición y los medios siempre abogamos porque no se sacaran conclusiones a la ligera, que se evidenciara a los verdaderos culpables y no pagaran justos por pecadores. Es que no se trataba de un tema menor pues la adulteración de partidos en el mundo se ha multiplicado desde que la industria de las apuestas fijó su foco en la pelota. Un enorme casino donde pescan las mafias y que por acá encontró terreno fértil. De ahí que la aseveración de que los jugadores pueden quitar técnicos a placer es categórica, ellos son los responsables de sus glorias y desgracias porque, en un equipo, cada quien debe aportar en la medida de sus posibilidades aquello que le es demandado.

La asignación de roles es vital y el técnico no puede participar en la cancha a la hora de los partidos.Si los jugadores respetan y realizan su trabajo honestamente, los buenos resultados los van a acompañar, pero si no, al menos la armonía del vestuario será más acorde y digna. Pero todo eso fue ignorado cuando aparecieron los dólares. Ahora algunos de los vendepatrias han intentado defenderse, con razones hasta ridículas, pero lo que ha quedado evidenciado es que traicionaron el cariño y la confianza de quienes creyeron en ellos. ¡Y esos somos todos!