El primer premundial de fútbol playa que se disputa en el país ha sido toda una fiesta. En la jornada de las semifinales, que entregó los boletos para Portugal 2015, se vivieron las emociones más intensas.
Desde tempranas horas de la tarde, la gente que no tenía boletos (se acabaron cuatro días antes), se rebuscaba para negociar con los revendedores, que pedían entre 80 y 90 dólares por la entrada que les costó 25. El mercado negro hizo su agosto en abril.
La afición, como siempre, respondió y llenó prácticamente en su totalidad el estadio de la Costa del Sol, construido para este evento.
El apoyo fue total, de principio a fin corearon a los jugadores nacionales, y sufrieron cada segundo vivido, más cuanto Costa Rica se plantó firme.
Pero la fe no se perdió nunca entre la afición, que llegó a ver la posible quinta clasificación a un Mundial de Fútbol Playa en fila, la primera que se lograría en tierra cuscatleca, tierra que vio parir a estos héroes de alegrías deportivas. Menos cuando se fue al frente Costa Rica, fue cuando más se escuchó el grito de El Salvador. Y estalló el júbilo con el empate de Frank. Después, todo volvió a complicarse. Con un tiro libre, Costa Rica estaba al frente.
El Sí se puede surgió, pero esta vez no se pudo. Una fiesta con triste final.