¿Qué pasó con Julio Lizama?

Julio Lizama sigue amando el softbol como el primer día. Acá, en la cancha de la colonia Guatemala, escenario que lo vio jugar

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Foto Por edhdep

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2015-04-05 8:58:00

De recoger pelotas a ser lanzador. Un paso impensable para un joven que inició en el sóftbol por la influencia de sus hermanas, y quien llegó a ser uno de los mejores lanzadores nacionales. Esa es la historia que marcó la vida de Julio Lizama.

Este usuluteco fue una esponja para aprender y convertir el sóftbol en parte esencial de sus años de juventud (desde los 15) y adultez. Esos que lo llevaron a ser un legionario y a mostrar lo mejor como lanzador en el exterior.

“Llegué al sóftbol por medio de mis hermanas Carmen, Melba y Mabel Lizama. Ellas jugaban en el Municipal Usuluteco; y, cuando comencé, llegaba a recogerle las pelotas al equipo. Luego, me fue gustando y aprendí a cachar, y me ponía a lanzarles a las del equipo. (…) Me iba a ayudarles por no quedarme en la casa a hacer mandados”, recuerda entre risas.

Así creció la cosquilla por el sóftbol. Luis Regalado, entrenador de las chicas, lo inició. Y después, Elías Lacayo, que jugaba en San Salvador y era vendedor en Moore Comercial, lo vio jugar y lo invitó a a estar en el equipo. “En 1973, me consiguieron un empleo y desde ahí se dio mi vida deportiva. Vine con la ilusión de tener un trabajo porque éramos una familia pobre, 14 hermanos, y decidí ayudarlos”, detalla.

Un camino hacia lo más alto

En Moore Comercial, laboró durante 20 años en el centro de cómputo y ese se convirtió en su primer equipo formal. Luego, pasó a CIOS (Colonia 10 de Septiembre), en 1974, ambos de Segunda Categoría, y vivió la experiencia de los ascensos.

“Los equipos de Liga Mayor comenzaron a verme. Aprendí a pitchar molinete, del panameño Samuel Pedroza, quien me enseñó”.

A partir de 1975, su carrera lo llevó a militar en las filas de los equipos Hispanoamérica, Inco-Indufoam, Pícalas y Marte. Con todos ellos, logró “un aproximado de 45 campeonatos -asegura-, tanto burocráticos como nacionales”.

Lizama manifiesta que jugó “utilite, menos catcher, eso sí no me gustó nunca. En la selección nacional, cuando no pitchaba, jugaba tercera base, dicen que porque bateaba muy bien”.

Su etapa como seleccionado la reconoce como “lo más grande que uno como persona puede tener, es una fuerza por pelear por su país”. Con la camiseta nacional, logró estar en los Juegos C.A. en 1990, donde lograron medalla de oro; y fue campeón regional en C.A. de sóftbol.

Todos sus logros lo llevaron a salir a jugar al extranjero. Estuvo en Honduras 15 años, en Aseguradora Hondureña, Quick, Fuerza Aérea, Médicos (todos campeones de Liga) y Rangers (campeón Departamental y Nacional); en Guatemala, siete años, con Escuela Politécnica (ascendió a Liga Mayor y obtuvo varios subcampeonatos y terceros lugares) y Sport Club (tres títulos de campeón): “Uno debe trabajar siempre el doble cuando está en el extranjero”.

Llevaba de la mano, también, la dirección técnica. Enumera como sus equipos a Lido (dos campeonatos), Confitería Americana y Marte Lotín, todos femeninos. El exsoftbolista enumera sus otros logros: “Son 10 campeonatos con Confitería Americana, y 15 campeonatos con Marte Lotín (antes Atlético Marte)”.

Además, asistió a Juegos Panamericanos, como jugador y como seleccionador juvenil. Y su mejor experiencia fue lograr clasificar a sus pupilas a Mar de Plata, Argentina, en 1995. 

“Con Marte Lotín, me retiré como jugador, porque deshicieron el equipo”, resume. Y no olvida que, con ese equipo, ganó “campeonatos en Nicaragua y Guatemala, el que se llamaba ‘Campeón de campeones femenino'”.

¿Qué hace?

Con el pasar del tiempo, Lizama asegura que llegó el momento de retirarse. Es sincero al comentar que tomó la decisión por distintos motivos, uno de ellos “la edad”, otros los resumió: “Segundo, porque jugué 40 años y creo que no cualquiera lo hace, y debía hacerlo. Fue porque amo tanto el sóftbol”.

En 2013, manifiesta que colgó los guantes con la selección en la cual participó desde 1973 hasta 2013, años “donde le dimos vida softbolera a El Salvador”. Pero su pasión por el deporte y las oportunidades que se le fueron abriendo lo ayudaron a que continuara ligado con esta disciplina, a través de la Federación y “ahora que juego sóftbol lento, y soy árbitro”, detalla.

Desde 1990, trabaja en la Federación, donde actualmente hace sus funciones administrativas de lunes a viernes, y enseñando a niños y jóvenes; y los fines de semana, cuando hay campeonato y se disputan los partidos en la cancha Guatemala. “Llegué cuando dirigía a la selección femenina. Ya no estaba ni en Moore Comercial, ni Sagro, y me contrataron para ser gerente financiero. Ahora estoy como director de masificación”, dice.

Explica que tiene un equipo juvenil y que “son los niños que van para las selecciones nacionales, estoy dirigiendo, y cuando hay necesidad pitcheo (risas), pero no como antes. Ahora me gusta más enseñar que jugar. Me gusta trabajar con niños, para sacar viveros de las selecciones nacionales”.

En ese rubro, señala que dirige al equipo D-Sam, que es el que está compuesto por jóvenes que están en las selecciones nacionales, que pertenece a la Primera Categoría, y le sirve para reconocer a aquellos nuevos talentos dentro de este deporte.

En toda su agenda, como ya lo ha mencionado, lo llaman para arbitrar partidos en distintos rincones del país. Eso, afirma, le ayuda para desestresarse y seguir en contacto con el sóftbol desde dentro del terreno de juego, en otro rol. Es su pasión de toda la vida.