Selecta playera: el siguiente paso

OPINI??N: De cómo una dolorosa derrota puede contribuir al desarrollo de la disciplina. La clave: capitalizar la efervescencia

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La selección nacional de fútbol playa de El Salvador.

/ Foto Por Archivo

Por Claudio Martínez - Twitter: @martinezchino

2015-04-07 11:35:00

A mitad de 2014, después del juego Argentina-Bosnia en el Mundial de Brasil, me atreví a escribir que el fútbol salvadoreño ya tenía su Santísima Trinidad. La integraban el Mágico González, la Selecta playera y Joel Aguilar Chicas, que el día anterior había debutado en la Copa del Mundo con una actuación para el aplauso y era motivo de orgullo de todos. Algunos, principalmente los aliancistas, cuestionarán al árbitro. Otros, pero no muchos, objetarán a Jorge juzgándolo más por su vida personal que por sus innegables atributos futbolísticos. Sin embargo, nadie se atrevería a poner en tela de juicio a la inmaculada selección de fútbol playa, motivo de múltiples alegrías del pueblo.

Hoy, en la derrota, el sentimiento no ha cambiado. Al contrario. El amor y la profunda devoción hacia los Guerreros de Playa ha ido en aumento hasta transformarlos casi en “material canonizable”. Si hay algo que de lo que no se puede acusar al pueblo salvadoreño es de desagradecido. La voz popular pide ahora, a gritos, que el Estado mantenga ese incentivo económico de 700 dólares mensuales a doce de esos jugadores para que el fútbol de playa no muera ni se desplome. ¿Hay que renovárselo?

El incentivo fue otorgado por el presidente Mauricio Funes en septiembre de 2011, al regresar del Mundial de Ravena, Italia, donde obtuvieron el cuarto lugar. En principio pareció más un reconocimiento por la proeza del Mundial, pero luego quedó claro que se trataba de una especie de beca renovable y que los nombres de los destinatarios podrían cambiar con el paso del tiempo. Y de hecho cambiaron. Aquellos 12 héroes de Ravena la recibieron al principio, pero a medida que la Selecta playera fue renovándose esos nombres fueron cambiando. Por ejemplo, Walter Torres y Medardo Lobos dejaron de pertenecer al equipo y en su lugar aparecieron otros como Rubén Batres y Herbert Ramos.

¿Tiene sentido negarles la beca por no haber clasificado al Mundial? El INDES, con su nueva política de premios y castigo, tiene algunos argumentos para hacerlo, pero el costo político de una determinación tan poco popular podría costarle carísimo. La inversión anual de “la ayuda” a los playeros ronda los 100,000 dólares, casi lo mismo de lo que gasta la Asamblea Legislativa en su famosa cena de Navidad. Pero, por otro lado, es el mismo dinero que recibe al año una federación como la de remo y apenas un 30% menos de la de natación.

Es cierto que la mejor actuación en la historia de la Selecta playera, el cuarto puesto en Ravena, se logró sin ayudas ni incentivos, que éstos llegaron justamente después y como consecuencia de esa fantástica actuación. En mi opinión, más allá del debate de los 700 dólares mensuales, hay que pensar en dar un paso más allá. Es verdad que esa beca les permite a los jugadores tener una importante ayuda económica y que compensa el dinero que dejan de percibir cuando no trabajan por estar entrenando o en competición. Pero también hay que reconocer que el calendario del fútbol playa no está plagado de compromisos, y menos ahora que el Mundial de Portugal dejó de estar en el horizonte. Quedan los amistosos de las Agostinas, Semana Santa, los Bolivarianos del Playa (Iquique, Chile, en 2016), pero definitivamente no alcanza para dedicarse full time a eso: hay y habrá demasiados paréntesis, meses y meses sin actividad.

En definitiva, es como tener contratados a Messi, Cristiano, Rooney e Ibrahimovic y solo ponerlos a jugar cinco veces al año. Es un desperdicio. Algo parecido, salvando las distancias, pasa aquí. Es muy raro ver casos similares a la Selecta playera salvadoreña en otros países: nadie recibe salario por pertenecer a la selección de esta modalidad, ni en Costa Rica ni en España, México o Argentina, por citar algunos casos. Viven de sus respectivos trabajos. Eso sí, a la hora de participar de un torneo reciben sus respectivos viáticos. En todo caso, hay ciertas similitudes con algunas selecciones de fútbol once del Caribe o Asia –Islas Vírgenes estadounidenses, Bután y Sri Lanka- que tienen ligas amateurs y que decidieron “contratar” durante determinado periodo a los jugadores para tenerlos entrenando juntos y prepararlos para las Eliminatorias de Rusia 2018.

No soy partidario de que le quiten las becas a los seleccionados de fútbol playa. Es cierto que no alcanzaron el objetivo de ir al Mundial, pero si la vara medidora será clasificar o no al máximo evento de cada disciplina casi no quedarían atletas a quien becar. Además, no es lo mismo quedarse en el umbral de conseguir el boleto al Mundial –apenas por un gol, tras asistir a cuatro en forma consecutiva- que acabar vigésimo cuarto en el continente como sucede en otros deportes.

A pesar de que apoyo la continuidad de las becas, no creo que esa sea la solución que necesita el fútbol playa. Con eso, en todo caso, se vela por la estabilidad de los jugadores pero no necesariamente por el desarrollo del deporte. Un país que ha generado tanta empatía con este deporte y que ha sido capaz de dejar en taquilla 126,000 dólares en el Premundial (en otros lugares ni con boleto gratis asistía el público) debe pergeñar algún tipo de estructura para potenciar esta efervescencia.

Ni el campeonato mundial de Jorge Jiménez ni el oro panamericano de Cristina López lograron que el pueblo salvadoreño se volcara masivamente a practicar o presenciar el tiro con arco o la marcha, pero el fútbol playa tiene mucho potencial por la espectacularidad de sus acciones. Es necesario pensar en una liga local para terminar de imponer la disciplina como tal. Y en ese sentido, esta eliminación de Portugal 2015 puede ser un interesante punto de inflexión.

Es cierto que ya se han desarrollado ligas en zonas costeras y que en su medida han servido para que surgieran jóvenes valores, pero nada tiene demasiado sentido si las máximas estrellas como Frank Velásquez, Tin Ruiz, Herbert Ramos o Tomás Hernández no participan de él. Ellos son la atracción, son el objeto de devoción de la gente.

Nadie dice que será rentable de inmediato, porque ni siquiera es rentable el fútbol once al que llamamos profesional. Pero por algo hay que empezar. La Fesfut tiene buenos contactos y está asesorada por Beach Soccer Worldwide. No sería mala idea una liga local donde cada club como FAS, Alianza, Firpo y Águila, por nombrar algunos, tenga su propio equipo de fútbol playa, y donde cada una de las figuras –al estilo MLS- sea el emblema de un equipo diferente y a los que podrían sumarse exjugadores de cierto nombre. Podría también hacerse por región o por departamentos, pero quizás con los colores de los clubes tradicionales la pasión sería superior. La inversión de las 12 figuras principales no es un problema, sería su contribución por seguir recibiendo el incentivo del Gobierno. La TV estatal (Canal 10) emitiría los juegos en directo, se aprovecharían los estadios, aparecerían en escena más entrenadores, más árbitros, más desarrollo… En fin, soñar no cuesta nada.