Señor presidente, cuando quiera lo hablamos

Para el Barón Pierre de Coubertin, fundador del movimiento olímpico moderno, la base ideológica para el nacimiento de la actual institución olímpica fue la educación

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El pebetero olímpico encendido en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de la Juventud.

/ Foto Por Reuters

Por Fernando Palomo | Twitter: @Palomo_Espn

2015-04-15 3:25:00

Para De Coubertin, el deporte no era sólo sinónimo de actividad física, en el deporte se conjugaban la promoción del bienestar físico, el equilibrio mental y la motivación espiritual. El punto de intersección para el desarrollo del cuerpo y el alma. 

Konstantinos Georgiadis de la Universidad del Peloponeso escribió un ensayo sobre el compromiso de Pierre de Coubertin con la pedagogía. 

Según Georgiadis, el aristócrata francés encontraba en la reconstrucción del olimpismo la oportunidad para la reconciliación de la juventud. “Conocer las tradiciones de sus vecinos, eliminando así la ignorancia y los prejuicios asociados” asume Georgiadis. 

Para De Coubertin el movimiento olímpico y los valores que estos impulsan, unen a la juventud. Esa fue el espíritu detrás de la idea que hace más de 120 años reunió en la Sorbona en París a delegados deportivos de todo el mundo con la intención de iniciar una competencia deportiva cada cuatro años. Unir el mundo a través del deporte. 

Georgiadis reconoce que en su disertación ante el Congreso de la Liga de la Paz en 1889, De Coubertin habló sobre la importancia de la educación física en las escuelas con la esperanza que el mensaje fuera en el equipaje de los delegados en su regreso a sus países. Un camino para la enseñanza del respeto mutuo, el respeto a los reglamentos y el trabajo en equipo. Un camino para la construcción de ciudadanos honorables.

En palabras de Pierre De Coubertin: “la democracia requiere de una educación social”. Los profesores alemanes Otto Schantz y Norbert Muller realizaron un estudio cuantitativo de los trabajos de Pierre de Coubertin. Llegaron a la conclusión que el fundador del movimiento olímpico moderno dedicó apenas una décima parte de sus escritos al olimpismo y al tema del renacimiento de los Juegos Olímpicos. 

El mayor de los esfuerzos de Pierre de Coubertin fue destinado a la promoción de la educación física como vehículo para el derribar los modelos de confrontación social que nacen de la poca educación. 

 La educación física y la relevancia del deporte como pilar de formación ocuparon, según este estudio de Shantz y Muller, en gran proporción el esmero de De Coubertin. Su gran legado es ser el promotor principal del renacimiento de los Juegos Olímpicos. El origen de su interés sin embargo fue la adaptación de un sistema de educación a través de la práctica deportiva. 

David C. Young en su libro “Los Olímpicos modernos” reconoce que De Coubertin fue un joven de la generación de la Francia derrotada en la guerra franco-prusiana. Según el autor, De Coubertin consideraba que el factor fundamental para la derrota francesa en la guerra no era otro sino la superioridad física de los alemanes.

El sistema educativo francés necesitaba de una reforma sustancial y pasaba por la instalación de la educación del cuerpo. El aporte del Barón De Coubertin en lo que hoy es el movimiento olímpico lo encumbra como figura histórica para el deporte, pero su raíz es mucho más profunda. 

El Comité Olímpico Internacional celebró la semana pasada el Día Internacional del Deporte para la Paz y el Desarrollo. El presidente del COI, Thomas Bach lo sintetizó diciendo que “el deporte enseña respeto a otros, respeto a las reglas”. 

En sociedades como la nuestra se vuelve necesario recoger las lecciones del pasado y escuchar los mensajes del presente. Ante las necesidades de una decadente sociedad volcada a la violencia, es el deporte un camino por el cual se pueden instalar valores que el sistema educativo tradicional no ha logrado alimentar. 

Valores de respeto, solidaridad, disciplina, esfuerzo y fraternidad. El deporte, como parte fundamental de la educación debe ser un asunto de interés nacional. Señor presidente, cuando quiera lo hablamos.