“Ya que tanto ven el fútbol de Europa, al menos podrían aprender algo de su organización”. Una vez más, la frase de Rubén Israel, vale para retratar la dirigencia del fútbol salvadoreño. Una vez más, como casi todas las semanas, aparece un directivo –en este caso del Águila- amenazando con no pagar el salario de los jugadores por los malos resultados. Algo que, como todos saben, está prohibido por la FIFA. El salario no está supeditado a si se gana o se pierde.
Otros, como los de la UES, directamente no pagan: ya son casi tres meses, y probablemente no sepan que cumplido los 90 días, todos los jugadores de la UES están en condiciones de pedir la rescisión del contrato por causa justificada, como lo establece el Estatuto del jugador. Sería el fin de la UES, que además del castigo deportivo debería pagar las indemnizaciones.
Se entiende que nadie quiere pagar -y mucho menos si es mucho dinero- por un jugador que no rinde o por un plantel que cosecha más derrotas que victorias. Pero los contratos se respetan. Que lo diga Florentino Pérez, que durante años tuvo que honrar el contrato que le hizo a Kaká por 12 millones de euros anuales a pesar de que el brasileño era una sombra de que fue en Milán. Pero no por eso dejó de pagarle ni un solo mes.
Los contratos se respetan en casi todos lados, pero no tanto en El Salvador, donde los dueños de los equipos tienen cierta impunidad y los jugadores bastante temor de reclamar. Hay una manera sencilla de respetar los contratos sin necesidad de amenazar con rebajas o sanciones por bajo rendimiento, una práctica que además de ser subjetiva es ilegal.
La clave es ofrecer salarios no demasiado altos, de manera que la directiva pueda pagarlos más allá de que sea una buena o mala temporada en materia de resultados y de taquilla. Y ese salario es sagrado, no está en discusión ni jamás correrá peligro. El resto, como en Europa, serán bonos por objetivos, tanto individuales como colectivos: tanto a dividir por entrar en semifinales, por llegar a la final, por ganarla… Tanto dinero por jugar al menos el 70% de los partidos, tanto dinero al portero por cada partido con valla invicta, tanto por una determinada cifra de goles o asistencias… Las variables pueden ser muchas. Si ganan, ganan todos… La directiva pagará con gusto. Si pierden, pierden todos porque solo les quedará el básico, el salario, que ya estaba presupuestado. Es una interesante manera de motivarlos sin romper ninguna regla.
Eso sí, también los directivos deben tener claro que quizás ese tipo de contrato no sea suficientemente atractivo para fichar a las estrellas locales pero sí funcionará para el resto de la plantilla. Por ejemplo, si a Nicolás Muñoz el Águila le ofreciera (hipotéticamente) 4,000 dólares mensuales y el Santa Tecla apenas 2,000 –lo que puede pagar- más otros 2,000 en caso de que se cumplan todos los objetivos, el panameño seguramente se decantará por la primera oferta porque es dinero seguro. Pero no todos tendrán ofertas así, por lo tanto acabarán firmando por la propuesta más sensata.
Los directivos salvadoreños utilizan el salario como zanahoria y garrote según su conveniencia. La zanahoria para atraerlo, para convencerlo de que firme por su club y no por otro. Y el garrote, para castigarlo cuando las cosas viene mal.
En fin, en la pericia para elaborar un contrato puede estar el éxito de una gestión.