Fracaso. Es la palabra que resume todo en Águila, después de perder contra Dragón (0-1), que lo deja con un 90% sin posibilidades de llegar a las semifinales, pues ahora sus esperanzans dependen en generar un triple empate, con Juventud y Alianza, con quien jugarán la última fecha.
Era el “derby migueleño”, pero toda la atención estaba centrada en los emplumados, porque son los que tenían la soga en el cuello, en este partido. Pues no tenían mayor opción más que vencer o morir.
En las gradas, no llegó el número de aficionados que se esperaba y los que estuvieron, la mayoría usaba audífonos, seguramente, para estar pendientes de los otros partidos, pues después de cada reporte que hacían las radios, surgían algunos comentarios entre ellos.
Los primeros instantes del partido se desarrollaron sin profundidad y pocas llegadas de peligro sobre las dos porterías. Águila trató de tener el control de la pelota, con juego lateralizado, sin embargo, surgieron varias imprecisiones con los que se cortó el avance en ataque.
Muy complicado también, por el carácter que mostraron los jugadores del Dragón cortando la mayoría de los espacios, con un marca pegadiza y realizando “presing” desde la salida a los emplumados.
En veinte minutos, no había un dominador en el partido. Cuando Águila buscaba adelantar líneas para encimarse sobre la portería rival, los mitológicos aprovecharon los espacios e inquietaban con aproximaciones, de las que surgieron algunos tiros desviados y otras a las que no le sacaron mayor provecho, por individualistas.
El entrenador emplumado Julio Dely Valdés estuvo muy inquieto en el área técnica, pidiendo mayor entrega a sus jugadores, pues estos no mostraban mayor idea ofensiva. Un solo disparo de Marlon Trejo, completamente desviado, resumía todo el ataque de Águila sobre la meta de Dragón, además de algunos tiros de esquina intrascendentes, en 35 minutos.
Con el correr del tiempo y mientras no llegaba el gol, además de ir conociendo algunos de los otros resultados, fue apareciendo la desesperación en los negronaranjas. Las ideas no aparecían y una desconcentración de la zona baja, a los 36’, estuvo a punto de costarles caro, pero ni Irsa Santos, ni Jhony Ríos aprovecharon que Benji Villalobos estaba fuera de la portería.
Pero la ansiedad que mostraban los emplumados, Dragón lo manejaba con inteligencia y tratando de hacer daño a raíz de la desesperación que mostraban los emplumados, que a pesar de que los otros resultados, hasta este momento, le daban la oportunidad para seguir con vida hasta la última fecha, dentro de la cancha parecían un “equipo muerto”: sin ninguna actitud y deseo de querer ganar.
El final del primero tiempo fue de puros reproches para los negro-naranjas, mientras que por el lado de los mitológicos, tranquilo en todos los ángulos, surgieron algunos aplausos de satisfacción, por lo que estaba sucediendo sobre el césped del Barraza.
El fuego del Dragón
Para el segundo tiempo llegó Gilberto Baires, en Águila, en sustitución de Lizama. El esquema de los Dely Valdés no se vio modificado, aunque se esperaba una mejor actitud del equipo emplumado. En los primeros minutos del complemento, Águila salió encimando a los mitológicos, de quienes se vieron más atrasado que en la primera parte.
Los emplumados con Baires reperaron el control de la pelota y mantuvieron una constante presión sobre los mitológicos, pero no tenían claridad con las llegadas de peligro, en las que apareció un cabezazo desviado de Williams Reyes.
Más tarde, tras un tiro de esquina, Fredy Espinoza, también de cabeza, tocó puerta, pero Manuel González, de poca actividad, tapó con mucha seguridad.
Pero Dragón, a pesar de que se había desaparecido en ataque, en un de las pocas ocasiones que llegó al área, Jhony Ríos hizo un tiro que pegó en la mano de Jaime Torres, por lo que se sancionó penal. Rommel Mejía, a los 74 minutos, convirtió en gol el lanzamiento desde los “doce pasos” con un tiro al centro, con potencia y engañando al meta Benji Villalobos.
Este gol fue igual a un golpe letal para los emplumados, que silenciaron con la anotación. Águila ya no tuvo tiempo, ni las armas para reaccionar. Los minutos finales fueron más una demostración de frustración, que otra cosa. Sin claridad al marco, para los emplumados fue una misión imposible.