Hay empates y empates. Empates sin sabor, empates que lamentar, empates aburridos y empates para celebrar. El logrado por la selección Sub 20 de El Salvador ante Honduras es de éstos últimos, para festejarlo como un triunfo. Ya sea por la manera agónica en que se consiguió, por lo que significa arrebatarle dos puntos a los catrachos -rivales directos- y porque el panorama no era nada bueno al término del primer tiempo.
El peor momento de esta selección que dirige Tuco Alfaro fue al 38’, cuando fue reemplazado Álvaro Lizama y éste hizo un berrinche (ver nota secundaria). Al margen de la escena en el banquillo, dentro del campo también reinaba el descontrol. Honduras ganaba 2-0 y hasta pudo hacer alguno más. Porque la Selecta entró dormida, y siguió en ese plan casi todo el primer tiempo. Al 5’, ya perdía 0-1 por un gol de Brian Róchez, de penal, quien fue derribado en el área en una jugada que nació en una mala salida de Tamacas, pero con toda la defensa como cómplice.
El segundo gol llegó al 27’, en una de esas tantos balones de pelota parada que la defensa no sabe contrarrestar. Entre tanto rebote le quedó al hondureño Elis para empujarla a la red. Con ese panorama, con el equipo sin generar llegadas, con Lizama primero apático y luego, ya reemplazado, enfadado, con poca fiabilidad en el juego áereo y con demasiados balones perdidos en la salida, el destino de una derrota, incluso abultada, era más que una insinuación. Más que nada porque nadie podía frenar a Rochez y Elis, los dos interesantes delanteros catrachos.
“Les di una buena regañada en los camerinos”, contó Tuco Alfaro. Eso, y los cambios, de hombres, pero también de posición, pero sobre todo de actitud, llevaron a El Salvador a igualar el partido al menos en el trámite, aunque sus ataques todavía eran tímidos o con remates de larga distancia sin puntería. Ya no era solo la voluntad de Josué Hernández arriba, sino que Barahona hizo pesar su buena pegada para los envíos, Flores Jaco se proyectó más y Narciso Orellana tomó el timón que le habían escondido en el primer tiempo. Además, Honduras ya no presionaba como al principio y eso facilitó las cosas.
Si bien el empate siempre sonaba lejano, poco a poco la Azul empezó a acercarse. El ingreso de Romilio Hernández agregó presencia arriba, lo mismo que la entrada de Bryan Pérez. Todo parecía controlado para Honduras, pero empezaron a llegar algunas señales, como el tiro en el palo de Juan Barahona al 60’. Claro, los catrachos también tuvieron ocasiones para liquidar con el tercero, pero Carlos Cañas lo evitó en dos ocasiones. Y entonces llegó el gol de la ilusión. La Selecta había perdido en casi todos los duelos aéreos, pero ganó uno vital que le permitió a Barahona cabecear sin compañía al 82’ y permitirse soñar con el empate.
El premio a la reacción del segundo tiempo, con grandes dosis de corazón, llegó al 89’, cuando el equipo encontró el empate a través de un penal ejecutado por José Villavicencio, que tuvo la suficiente sangre fría para no fallar. Al árbitro se le había pasado el penal, pero su asistente se lo marcó y todo un país se puso a celebrar. Sí, celebrar un empate. Porque hay empates que son para celebrar. Este de Montego Bay es uno de ellos.