El primer gol en el Cuscatlán

Rafael Gancho Búcaro y Gualberto Pulpo Ferrández quienes fueron rivales en el primer partido oficial celebrado en el Cuscatlán, volvieron a la sagrada gramilla

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Una imagen que se repetía a menudo cuando el Gancho realizaba su brillante carrera en el fútbol nacional. ¡A estadio lleno!. Foto EDH

Por Manuel Cañadas | Twitter: @Memecanadas

2015-01-14 9:48:00

El gol es la obra más vívida y duradera del fútbol y su celebración una coreografía delirante que muchas veces puede llevar a su autor al paroxismo y ya no digamos a los aficionados. Los goleadores se convierten en ídolos de las multitudes. Y pueden hacerlo de diversas maneras. Hay goles para todos los gustos.

Pero hay en particular algunos que dejan marcados a quienes los hacen. El 19 de octubre de 1975 Rafael Búcaro anotó dos goles en un partido en el Cuscatlán, se enfrentaban su equipo el Platense, vigente campeón contra el Juventud Olímpica; pero al abrir el marcador a los 14 minutos, marcó un hito, pues tuvo la singularidad de ser el primer futbolista en anotar en el nuevo escenario del fútbol nacional.

Luego haría otro gol y Mauricio Curro Meneses el descuento pero aquella anotación ante 30 mil almas tuvo tal significación que quedó escrito en la historia. El portero rival fue Gualberto Fernández quien ya estaba de salida y se convirtió en la primera víctima en esa cancha, un arquerazo que en sus inicios había transitado del pesar a la gloria. Descendió en 1966 con el Quequeisque y pasó al Alianza campeón, donde su desempeño fue extraordinario, como una resurección.

Además de haber sido vital para ganar el segundo título albo y el NORCECA se posicionó del arco de la selección nacional siendo determinante en la ruta a Mexico 70; aunque no jugó en la gran cita, muchos creían que debió hacerlo.

Su prestigio como arquero siempre estuvo vigente en Alianza, Universidad, Atlante, Juventud Olímpica. Por su parte el víctimario, Rafael Búcaro había debutado en el Adler en 1967 y desde sus inicios fue todo un suceso, hizo goles con los maquineros, después con la UES pero donde eclosionó fue en el Platense que integró Juanito Quartarone en 1974 y luego pasó al 11 Municipal.

Usaba el pelo largo, patillas y bigote. Más que futbolista parecía un roquero sin tatuajes que a escondidas se fumaba un cigarro en el descanso. Individualista, precoz con una gran prisa por anotar, el único futbolista nacional que ha demostrado que sobre la raya se puede hacer zig zag y llegar directo al gol aunque sus zapatos quedaran pintados de blanco. Los viroleños lo adoraban porque llegó con los goles bajo el brazo a un equipo recién ascendido y los acostumbró de tal manera a los triunfos que fueron campeones nacionales y centroamericanos.

Fue un ciclo de gloria que terminó cuando Juan Quartarone y su camada se fueron, entonces el equipo decayó y perdió la categoría para transformarse en una forma del recuerdo, que con los años marcaría en los jóvenes de Zacate la creencia de que aquello fue una obra de ciencia ficción o un delirio de los mayores.

Una placa para conmemorar

Casi cuarenta años después volvieron a estar frente a frente en la gramilla del estadio Cuscatlán. La alquimia del tiempo ha hecho su parte, pero la pasión por el fútbol sigue siendo la misma.

Es que solamente faltó que Reynaldo Avelar, el nuevo gerente de EDESSA, pusiera el dedo en el renglón para que un entusiasta del fútbol como Nestor Castaneda lo retara a que buscara pruebas de aquel suceso. Reynaldo se sumergió por un buen tiempo en la hemerotéca nacional para averiguar el dato. 

Su alegría fue enorme cuando lo tuvo y llevó la prueba a sus superiores. 

Y ahora después de casi cuatro décadas, el próximo domingo se pondrá una placa en el Coloso de Monserrat donde se consigna la hazaña. Y ayer ambos cracks, Rafa y Gualberto llegaron al Cuscatlán y de manera complaciente se equiparon para rememorar la hazaña como que si hubiera sido ayer.Dos inmortales de nuestro fútbol. El Pulpo, mundialista que hizo del arco su casa y lo defendió a capa y espada, y Rafa, quien con su excelsas condiciones nos hizo creer que correr por las bandas eludiendo rivales era lo más fácil.