Nadie falla a la hora de criticar. Cuando a una Selección no le va bien, todos se suben al carro de los reproches. Cuando va bien, el carro es el del triunfo. Y casi no quedan lugares disponibles.
A veces, pocas, la crítica es constructiva. Otras veces, muchas, se transforma en artera y en una inútil búsqueda de un responsable único, cuando la realidad es que existen un cúmulo de situaciones críticas por las que a las juveniles salvadoreñas les pueda ir mal en un torneo internacional.
Empezando, claro, por la falta de fuerzas básicas. Una frase tan repetida como cierta.
Así fue con la Sub-20 y su entrenador. No dudaron en “crucificarlo” por un empate que no estaba en los planes de nadie. El Tuco casi que fue el enemigo público Nro-.1 tras la igualdad de Haití. Otros, hasta le echaron la culpa a Roca… a miles de kilómetros de Jamaica y sin injerencia en la preparación de esta Sub-20. Así como el “minuto fatídico” ante Haití levantó los malhumores, claro, todo cambió con el “minuto mágico” contra Canadá y el gol “salvador” de Romilio Hernández.
La Sub 17 se fue en anonimato a tierras chapinas. Y sorprendió con un resultado que pocos esperaban. Es cierto que la gran figura fue el portero Medrano. Pero ese portero forma parte del equipo nacional.
A las dos selecciones le falta ruedo y nivel. Y todavía no han logrado nada en cuanto a resultados. El Mundial es nada menos, el objetivo deseado. Pero las ilusiones juveniles siguen en pie. Será cuestión de creer que se puede.