Las calles de Coatepeque fueron su escuela; allí, entre piedras y polvo, se inició como defensa, pero la calidad no le alcanzó para mantener el puesto y lo mandaron para la portería, no se imaginaron sus compañeros que, a partir de entonces, Ricardo Mena Laguán comenzaría un idilio que perduraría por muchos años.
Era tanta la pasión que sentía que, a pesar de los enojos de su madre, se ponía tres pantalones para tirarse en las piedras y evitar un gol de sus compañeros y de paso emular a sus ídolos, entre ellos “Zurdo” Pérez, Óscar Quiteño y Mario “Conga” Medina.
Precisamente “Conga” Medina fue quien lo llevó a FAS, el equipo de sus amores. Sin embargo, antes, a los 14 años, ya jugaba en el Malacof de Coatepeque, la ciudad que lo albergó durante muchos años de su niñez, y por la que siente mucho cariño.
De Malacof pasó al Libertad, de la misma ciudad, y luego a la Universidad de Occidente, una especie de filial de la UES en la zona, que fundó junto con otros compañeros y lo inscribieron en Segunda, después de comprar la categoría. Pero su amor estaba reservado a FAS, tanto, que el mismo destino le reservó haber nacido el mismo año de la fundación del equipo tigrillo, sólo que un día después.
“Conga” Medina lo recomendó con el profesor Raúl Miralles, allá por 1968-69. No se le dieron las cosas con los trigrillos en su primera etapa y fue cedido al Once Municipal, de Ahuachapán. También jugó en el Platense de Juanito Quartarone, en el Mario Calvo, ANTEL hasta que regresó a FAS para ceñirse un doble campeonato bajo la tutela de uno de sus referentes, don Chepito Castro, en los torneos de 1977-78 y 1978-79.
Tras ese doble título, llegó el de Concacaf y posteriormente el subcampeonato de América, que disputó con el Olimpia de Paraguay. Ahí alternó su rol de tercer portero con el de auxiliar técnico de don Chepito Castro.
Con el título de técnico en ciernes, Mena Laguán se hace cargo de la reserva de los tigrillos y logra su primer título en 1980, mismo que le sirvió para subir a esa generación de buenos jugadores a la Primera y alzar una corona con el equipo mayor, en 1981.
Al lado del terreno de juego, labró su nombre con creces. Dirigió a Acajutla, Malacof, Alianza, Once Municipal y Once Lobos.
Con el equipo de Chalchuapa fue protagonista en los torneos que se jugaban a dos vueltas con una cuadrangular final. Le dio dos terceros lugares a los yuqueros, del que hizo un equipo competitivo.
Ahora, con la cicatrices de su oficio. Tiene un pómulo fracturado. Y las desilusiones como técnico, su última etapa en FAS fue un auténtico calvario, Ricardo Mena Laguán no esconde su amor al equipo que ha servido desde todos los ángulos del fútbol.
¿Qué hace?
En su momento, alternó su profesión de cirujano dental con el fútbol, hasta que la desgracia tocó su puerta y lo aisló del mundo, según sus propias palabras.
“Tras la muerte de mi hijo Tito Mena pequé con el sentimiento de no seguir viviendo y me aislé del mundo”, dijo Ricardo Mena Laguán, con el sentimiento a flor de piel.
Pero regresó, triunfó y se volvió a decepcionar de un fútbol y un club que no pudo valorar a uno de sus mejores hijos.
Ricardo Mena Laguán se graduó de doctor en cirugía dental el 12 de agosto de 1977, profesión que ejerce en la actualidad en Clínicas Médicas de Santa Ana (Climesa).
Hoy, también alterna su profesión con la administración, junto con su amada esposa, Carmen Alicia, de un negocio de confección y venta de artículos deportivos, en la Ciudad Morena, además de compartir con sus hijos Enrique Ernesto, Juan Antonio y José Ricardo, quienes siguieron sus pasos en la medicina.
Como hombre agradecido por todo lo que ha dado el balompié, guarda en su corazón a dirigentes que él considera como referentes en el país. Recuerda con mucho aprecio a don Armando Monedero y a don Jaime Batlle, dirigentes históricos de FAS.