Tenemos los salvadoreños una particular capacidad para elegir malas películas. A tono de la entrega de los premios de la Academia, nuestro futbol ya nos hizo acreedores de una estatuilla por la película de los amaños: “El engaño más grande”. Entrar a esa “película” fue elección de salvadoreños. Los amañadores no buscan explotar personas de buenos principios y valores bien establecidos. Encuentran negocio en zonas bajo riesgo y los hacen con personas sin valores. Si no los encuentran, se van a otro lado. Fue elección de salvadoreños abrir la puerta de un desconocido sin credenciales y aceptar una oferta para jugar un partido “de local” en Costa Rica y recibir el dinero en efectivo.
Fue decisión de un salvadoreño llevar a este oscuro personaje para acompañar a la delegación nacional en aquel partido. Le dieron uniforme de la selección y departía con los dirigentes. Esta fue decisión de un salvadoreño también. Creerle el cuento de ser agente organizador de partidos, también fue por disposición de un salvadoreño lamentablemente poco educado en el tema. Cuando impera la ignorancia, suelen tomarse malas decisiones.
Esconderse del tema cuando la evidencia sobre las intenciones de amañar aquel partido eran contundentes, esto también recae sobre responsabilidad de un nacional. El tema de los amaños nace afuera pero es recibido por salvadoreños para ampliarlo en un país que deja este hecho como reflejo de la decadencia de sus valores. Al propagarse la enfermedad entraron en juego otras muchas nacionalidades, corrompidas por el ambiente interno de nuestro pobre futbol.
Muchos actores directos cuyos nombres se conocen y otros tantos que sabían del tema y cuyos nombres se están conociendo ahora. En algún grado también son responsables de que el flagelo de los amaños creciera a tal punto que llegó a convertirse en la mayor vergüenza de la historia de nuestro deporte. El tema de los amaños fue, sigue siendo y será muy nuestro –particularmente en nuestro fútbol- siempre que persistan las condiciones de vulnerabilidad por las que encontró tierra fértil en nuestro país. Deportistas con pocos ingresos y pocas reservas para prostituir sus carreras a cambio de una solución rápida a sus ambiciones. Apenas una muestra, una lamentable muestra de lo que impera en una sociedad que ha visto lideres, en las mas altas esferas, convertidos en ejemplo del retroceso de los principios de rectitud.
Hay una elección en la que participarán todos los salvadoreños. Los próximos legisladores de la Republica se conocerán en una semana. Cada uno de aquellos con edad para votar, podrá elegir los rostros de quienes reconoce como líderes para cambiar el rumbo. Una decisión estudiada encontrará a los rostros capaces de darle una herramienta a las autoridades nacionales para combatir la enfermedad de los amaños. Tendrá que inferir quien puede hacerlo, porque no escuché a muchos candidatos hablar del tema o siquiera proponerlo como uno mas de sus temas de campaña.
El amaño deportivo no es parte del Código Penal en El Salvador y se deben reformar las leyes para que lo sea, de lo contrario las autoridades quedan en desventaja ante las condiciones persistentes para investigar tan complejo fraude. ¿No se han dado cuenta los diputados o aspirantes a serlo, que no hubo nada que doliera tanto a los salvadoreños como saber que futbolistas de la Selección les engañaron? Estafas como esa se podrían repetir y las condiciones deben cambiar para evitar que suceda.
No hay legislación para detener la corrupción deportiva. Eso tiene que cambiar. Que El Salvador sea un lugar de buenas decisiones, de mejores valores, con una sociedad educada de buenos principios. Merecemos una película así.