“El brujo del rebote”. Quien lo veía picar la pelota, quedaba embrujado, dicen. Por eso el apodo le caía justo. Hizo del rebote de la bola en el piso, un arte del baloncesto. Y ningún rival osaba quitársela. Indefectiblemente, aquel que lo intentara, quedaba en ridículo. Con su habilidad puesta al servicio de la Selección de El Salvador, Antonio Cabrales dejó su sello en el deporte nacional.
Nació en El Salvador por una decisión inamovible de su madre. La familia vivía en Nueva York pero fue ella quien decidió llegar desde EE.UU. para que su hijo vea la luz en tierras cuscatlecas. Nada ni nadie la hizo cambiar de opinión. Ni los 7 días de viaje que se tardaba en aquella época, ni la odisea de viajar de Nueva York a Nueva Orleans para de allí tomarse el barco a Puerto Barrios, Guatemala y luego el tren hacia San Salvador. “Cosa curiosa, hoy todos quieren ir a tener el bebé a Estados Unidos”, dice Antonio, y tiene razón. Una verdadera historia de amor a su tierra, la de doña Luz Cáceres y su hijo.
A los 6 meses, otra vez a Nueva York. Estados Unidos fue su lugar en el mundo hasta el crepúsculo de los 20. A su padre lo nombraron en el Consulado de Nueva Orleans de El Salvador, cargo diplomático que tuvo durante 18 años. “Allí me críe, en ese entonces Nueva Orleans era la puerta de entrada de los latinos a EE.UU. Luego vino Miami”, recuerda.
El básquet llegó a su vida a los 12 años. La escuela pública La Salle lo reclutó como uno de sus grandes valores. Y en 1948 empezó su carrera en el deporte junto a sus compañeros Jimmy Gundlach y Boby Perrin. En ese entonces no lo imaginaba pero jugaría con ellos gran parte de su carrera.
El trío se destacó también en la Secundaria St. Martin, donde iniciaron una dinastía que abarcó cuatro títulos consecutivos de campeones de Nueva Orleans y la convocatoria para el ‘All Metropolitan Team’, el equipo de los mejores de la ciudad. Mientras lo cuenta, Cabrales muestra innumerables recortes periodísticos, cuidadosamente seleccionados, destacados y encarpetados “Esto me lo tomé muy en serio. En realidad, tomo la vida en serio. Y así fui recopilando recortes. Mi señora guardaba todo y los fuimos clasificando”. Tiene varios volúmenes de su historia en imágenes.
Yasí, entre recorte y recorte, la historia habla de más triunfos y partidos destacados. Son el mejor reflejo para remarcar que un salvadoreño se había convertido en una figura preponderante en el baloncesto de Nueva Orleans.
“Vacaciones”
En 1953, a los 17 años, ‘Tony’decide venir de vacaciones a El Salvador. Todo cambiaría a partir de ese momento para escribir una maravillosa historia con el deporte de este país.
“Me quedaba en lo de mis tíos. Claro, no tenía amigos, pero lógicamente quería jugar al baloncesto. Entonces, ¿dónde iba? Me dijeron que había un almacén, Omnisport, donde me podrían guiar. Allí Federico Aguilar Meardi (1 del país en tenis de mesa) me dijo: ‘Camine a ese parque (Barrios), siga caminando al siguiente parque (Libertad) ahí vaya hasta un cine, y dos cuadras para abajo llegará al gimnasio Nacional. Llegué y era un gimnasio feo, de madera, se estaba cayendo.
Vi un montón de hombres jugando, entre ellos el famoso “Chorro de Humo” Pineda. El entrenador era Napoleón Gómez. Se me quedaron viendo…”
Ni los jugadores tenían idea de quien era Cabrales, ni Cabrales tenía idea de quienes eran aquellos jugadores.
“Me preguntaron si jugaba. Como casi no hablaba español, el entrenador llamó a un jugador para que se comunicara conmigo. Era Enrique Álvarez. ‘El dice que juega’, le fue a decir a Gómez. ‘Bueno, si juega, póngase los zapatos y juegue’, me dijo el técnico”.
Era la Selección de baloncesto y estaban entrenando para ir a los Juegos Centroamericanos de Honduras… A la semana, Cabrales ya los había “embrujado”: era el pasador titular en el equipo. “Quien ocupaba antes ese puesto, Julio Astacio (luego vice de la república), se sintió tan mal que ni fue a los juegos”, rememora ‘Tony’, tal como lo conocían entonces.
Se destacaba tanto con su habilidad con el balón como por su deportividad. Nunca se quejaba a pesar de que no lo trataban con suavidad sus rivales. Todo lo contrario, ante la dificultad de marcarlo, le pegaban bastante. Y fue allí donde empezó a nacer el apodo. De la mano del “Brujo del rebote”, El Salvador terminó segundo en ese torneo.
Pero claro, debía volver a estudiar y jugar a EE.UU. Hacia allí fue, aunque algo había cambiado para siempre. En sus vacaciones, invariablemente, reforzaba la selección salvadoreña. Y también fue cultivando la amistad del grupo, “en especial de Enrique Álvarez”. Sin embargo, la presión pasó a ser mayor para que jugara en la Selección: al Cónsul le mandaban cartas del Comité Nacional Olímpico convocando a jugar a su hijo, con el ‘detalle’ que si no se presentaba incurría en el delito de traición a la patria y hasta lo amenazaban con prisión.
En el 56 ya era intocable en la Selección. Y tenía a un compañero que siempre le guardaba las espaldas, dentro y fuera de la cancha: Adolfo Pineda. “Como era el más pequeño, me pegaban bastante. Y él me cuidaba mucho en los juegos. Fue un hombre muy querido”.
Tiempos de hacer historia en el baloncesto salvadoreño: la Selección fue a ganar a Venezuela y obtuvieron el derecho a ir a los Panamericanos en Chicago. Derrotaron a equipos de la talla de Puerto Rico y a Colombia. “Esa fue la semilla del equipo. Y solo yo no pude ir a Venezuela por seguir estudiando”.
Ya en la Universidad decidió estudiar agricultura y ganadería, en Pennsylvania. Siguió estudiando y jugando hasta que tomó una decisión: vivir en El Salvador.
“Sueño americano, sueño salvadoreño”
A la inversa del famoso y muchas veces irreal ‘sueño americano’, Cabrales decidió realizar su ‘sueño salvadoreño’. El lo explica así: “Me gustaba el país y había estudiado agricultura y ganadería. Quería realizar mi sueño aquí. Vine solamente con un carrito Volkswagen y mi estudio… Terminé comprando terrenos y tengo mi lechería…”, enumera sobre sus logros.
En lo deportivo también fue un innovador. El famoso lanzamiento en salto ‘jump shoot’ no existía en El Salvador… hasta su llegada. “Yo lo traje desde EE.UU. donde comenzó a desarrollarse en el 54. Lo impuse aquí, cuando el lanzamiento era con otro estilo, con una rodilla en alto. Roberto Selva me vio y después lo hacía mejor que yo”, recuerda con una sonrisa. Aquí jugó con el Juventud Olímpica, Lincoln de Santa Tecla. Y siempre, claro, en la Selección.
En el equipo nacional se dio la particularidad que fue capitán y entrenador en el mismo momento. “Una cosa inusual”, describe. Después fue entrenador en la Escuela Americana. “Jugaba Alfredo Cristiani… tenía 16 años”.
Dedicado a su actividad profesional y pública se desligó del baloncesto tras un fugaz paso como tesorero en la Federación. Sin embargo, la historia del rebote y su “Brujo” quedó escrita en un capítulo sobresaliente del deporte salvadoreño.
¿QUÉ HACE?
Fuera del deporte, Antonio Cabrales tuvo una larga actividad pública. Fue Ministro de Agricultura durante la presidencia de Alfredo Cristiani. “No me atraía la política. Cuando Cristiani me ofreció el cargo, le dije: ‘No he sudado la camiseta y te voy a traer problemas con tu partido. Piensa en otra persona, mejor’ . El me respondió: ‘En ninguno tengo confianza’”. Fue Ministro durante 5 años.
Además fungió 8 años como Vicepresidente de FUSADES, Y otros 8 años como Presidente, “y sin recibir sueldo, todo ‘ad honorem’”, recalca Cabrales. Terminó su vida pública en el 2011.
También fue presidente de la Federación de Tenis, antes de Enrique Molins. “Levanté el tenis. Antes no había ni cipotes que salían a jugar fuera de El Salvador. Eso cambió”.
Hoy está dedicado a sus negocios privados.
PERFIL & TRIUNFOS
Nombre Antonio Cabrales Cáceres
Datos 12/1/1936 en San Salvador
Edad 79 años
Estado Casado (51 años de casados) Ana María Meza de Cabrales, de Santa Ana
Hijos Anthony, Luz de María (Nina), Galo, Evelyn y Ana María.
Deporte Baloncesto
Posición Pasador
Apodo “El brujo del rebote”
Equipos: La Salle, St. Martin, All Star de Nueva Orleans, Universidad de Pennsylvania (todos EE..UU), Juventud Olímpica, Lincoln de Santa Tecla.
Selección nacional mayor: 1953 a 1961. En 1959 fue capitán y entrenador a la vez.