Héctor Arita

¿Qué pasó con...? Uno de los mejores lanzadores que ha tenido el béisbol salvadoreño, varias veces campeón lanzador que también lo hacía bien con el bate en sus manos. Un grande de la pelota salvadoreña

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Héctor Arita no pudo desligarse del béisbol. Ahora transmite sus conocimientos a los nuevos peloteros en el Parque de Pelota. Foto EDH

Por Wilfredo Hernández | Twitter: @wilhernandez68

2014-11-30 9:43:00

Acostumbrado a estar entre los grandes, Héctor Arita se hizo igual en el béisbol salvadoreño. Considerado uno de los mejores lanzadores de su época, Arita comenzó temprano sus andanzas en la pelota chica cuscatleco, apenas a los 7 años ya cachaba con los excelentes peloteros panameños que jugaban en el país allá por la década de los 60, en el Flor Blanca.

El béisbol lo capturó desde pequeño, pero no le quitó los ímpetus por practicar otros muchos deportes, como el fútbol, allá en la escuela Domingo Savio. “Si hubiera seguido hubiera jugado con Flamenco Cabezas, el ‘Ruso’ Quintanilla, Óscar Cabezas, con esa tandita”, recordó Arita.

O la natación, esa que lo llevó a formar parte del cuerpo de salvavidas a escondidas de su madre, pues consideraba que era muy peligroso.

Pero a los 12 años agarró un guante, una pelota y se enamoró del béisbol. El equipo La Constancia le abrió las puertas y ahí mismo, en su primera temporada, quedó campeón lanzador, puesto al que había llegado por recomendaciones de algunos compañeros. A los dos títulos de campeón lanzador en la categoría infantil sumó otros tantos en la Juvenil con el Izalco y con apenas 14 años se fue a jugar a la Segunda categoría, allá por la Escuela Militar de ese entonces, donde aún queda el Parque de Pelota, con el Revida, que luego se transformó en el Casti y por último, ya en la Mayor y con 15 años, en Cardenales.

“El equipo de los Cipotes”, llamaban a los Cardenales porque todos eran jóvenes enfrentando a consagrados en la pelota que formaban parte de novenas como Universidad, Santa Ana Béisbol Club, Construcciones, etc.

Cuentan las crónicas de principio de los 60 que en una ocasión lanzó 19 entradas contra Universidad en lo que llegaron a considerar su primer juego sin hit y carreras hasta el undécimo episodio, cuando lograron el 1-1 y luego, ocho entradas más lo definió a su favor. Él lanzó toda la ruta.
No fue el único juego sin imparables ni anotaciones que tiró ante jugadores de la talla de Cyril Errington, “Mamalica” Gómez, Ricardo Rosales, Bayardo Reyes, entre otros. En total, fueron tres juegos de “no hits no run” que tiró en su carrera.

De Cardenales llegó el turno de Acero SA y luego Hispanoamérica, el equipo de toda su vida y en el que se retiró en 1984.

Dos décadas antes, en el 67, una prueba hecha ante Gil Gonzalo Garrido le abrió las puertas a las Grandes Ligas, con el equipo Astros de Houston, que lo invitaron a una academia, se interesaron en él, pero la falta de dinero, y sobre todo el amor que ya sentía por la que ahora es su esposa, frustraron el viaje del que hubiera sido el primer salvadoreño en una organización de la Gran Carpa.

No sólo fue desde la lomita, también Arita destacó con el bate, hasta quedar campeón bateador ante rivales de mucho peso como Cyril Errington y otro nicaragüense llamado Rafael Valle, corría el año de 1972.

Con 25 años fue al mundial amateur en Colombia, donde “no ganamos nada, pero fue una bonita experiencia”.

Tras 25 años de carrera deportiva, decide retirarse con un título nacional con Hispanoamérica, un título de pitcheo y con su hijo Héctor como compañero de equipo; pero se retiró “calladito”, sin decir adiós, dejando atrás una vasta carrera llena de triunfos que lo puso como uno de los grandes de la pelota chica salvadoreña.

¿Qué hace?

Tras su retiro, en 1984, participó en un retiro espiritual del movimiento de Encuentros Conyugales y se “enamoró de las cosas de Dios”. No fue casual, ese retiro le avivó una vieja pasión y deseo, el sacerdocio. Y no lo fue porque su madre estaba separada de su padre. Pasaron 15 años alejado del béisbol, en los que se metió de lleno en las cuestiones espirituales en la parroquia María Auxiliadora que lo llevaron a ser parte del Consejo Parroquial, del Consejo de Ancianos de Renovación Carismática, etc. Y a sacar la licenciatura en teología.

Pero su amor por la pelota no desapareció, por más que quiso prolongar su “divorcio”, volvió como federativo por “culpa” de Pablo Ventura, el expresidente de la federación. Participó en la organización de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2002, pero no aguantó las ganas de meterse al campo y, después de una breve estadía de tres años en Guatemala, lo contrata Fesa para formar lanzadores. Por sus manos pasaron todos los firmados de la Fundación, Danni Ayala, William Ponce, Erasmo Ramírez, etc. Actualmente trabaja con la federación y con el alto rendimiento de la Fundación Educando a un Salvadoreño. Además de ser scout autorizado de Grandes Ligas.