SAN MIGUEL. Fue como una final adelantada. Los protagonistas del clásico nacional hicieron vibrar, la noche del sábado, a sus hinchas Águila y FAS. Pero no, se trató de una semifinal de vuelta de altos quilates. De esos que pocas veces vive el estadio Juan Francisco Barraza, sobre todo si se trata de un clásico nacional y en esta instancia.
Por eso el espectáculo llegó desde las gradas para los jugadores, y fue recíproco para los aficionados. Sin duda, en gran medida para los “negronaranjas”, que vivieron con intensidad la clasificación a la final y estallaron en júbilo con el gol de Deris Umanzor, ese que a la postre fue el único pero que dio la clasificación.
La otra cara de la moneda la vivieron los fasistas. Esos que sufrieron, pero que a pesar de tener el gol en contra nunca renunciaron a alentar, a cantar, a gritar cada falta. Si bien al final arrojaron piedras desde su sector hacia los tribunas emplumadas, sin que pasara a mayores y un tanto como frustración, no dudaron en brindar un aplauso a su equipo. Eso sí, hubo frases de reclamos de por qué no se aprovechó el juego en el Quiteño.
Muchas horas de camino con esperanza los llevaron a la “Perla de Oriente”, pero muchas otras faltaban en silencio, en pensamientos, para el retorno a la “Ciudad Morena”.
El carnaval se quedó así en casa. Águila no defraudó en todos los sentidos. Ese colorido único, totalmente anaranjado, en todos los espacios, se pintó con las luces artificiales en el cielo, en señal de que la fiesta era única. El Barraza se quedó así con una noche mágica, llena de puro corazón y alma de una afición fiel.