Joel ha sido nominado a mejor réferi del año en el área de la CONCACAF, los aficionados pueden votar por él en concacaf.com
Sobresale en la lista de la categoría Mejor árbitro del año para los Premios CONCACAF 2014 y es favorito para quedarse con el galardón.
Participó en el mundial de Brasil 2014, algo histórico para un árbitro nacional y lo hizo con notas sobresalientes. El año pasado el ganador fue el mexicano Marco Rodríguez, segundo su compatriota Roberto García y tercero el jamaicano Courtney Campbell. Contra viento y marea, el nacional ha pitado este año en diversas latitudes, incluso antes del Mundial de Brasil, Andrés Cantor, un periodista argentino hipertrofiado no solo de la lengua sino del tejido adiposo se atrevió a decir que era el peor árbitro de todos.
El locutor de marras de esos que han aprendido el fútbol por correspondencia, debe haberse mordido su herramienta de trabajo, la lengua, por la gran actuación del salvadoreño en el partido Argentina-Bosnia y Grecia-Japón y en ambos salió inadvertido de la cancha, como corresponde a un árbitro. Apreciado no ya por su correcta aplicación del reglamento, sino por su don de gente y caballerosidad, es de los pocos, quizá el único árbitro salvadoreño de la actualidad que ha logrado interpretar que se puede pitar un partido sin ser pedante ni soberbio.
En Brasil brilló en medio de la mediocridad de algunos de sus colegas, como el caso del japonés Yuichi Nishimura quien se equivocó en un penal que concedió a Brasil frente a Croacia, o del italiano Nicola Rizzoli con un penal dudoso a favor de España.Tambien entró en esa lista el colombiano Wilmer Roldán por anular dos goles en supuestos fuera de lugar a los mexicanos y en el encuentro entre Uruguay y Costa Rica el alemán Felix Brych solo advirtió los agarrones ticos dentro del área y obvió los de los charrúas.
Los aztecas por su parte han hablado y lo seguirán haciendo contra el luso Pedro Proenca por un penal que pitó a favor de Holanda y que los dejó fuera de la competencia.En nuestro país con tantos años viendo fútbol he rendido mi admiración a un póker de soplapitos nacionales, que puedo calificarlos como excepcionales, aunque deben haber más. Disfruté al más humilde de todos, don Ricardo Méndez, lo vi imponer su autoridad en una época en que no existían las tarjetas.
Todos le obedecían sin chistar y una noche luego de pitar un clásico Alianza-Universidad y haber hecho temblar a más 30 mil almas lo vi tomándose un café en la cuneta frente a la tribuna del Flor Blanca en un acto que me pareció surrealista. Irradiaba tanta modestia como méritos tenía, una de esos personajes que si algún orgullo se pueden permitir es el de la humildad. Otro fue Joaquin Waldo Polío, la antítesis del árbitro, todos quieren salir de la cancha inadvertidos, pero Waldo era al revés, su carácter histriónico no se lo permitía, pero sabía aplicar las reglas con autoridad. No amagaba las tarjetas y las esgrimía con gran estilo, quizá se sentía gratificado con el ultraje y si se equivocaba era por cuenta propia y no por razones externas. Gran amigo toda vez que no fuera dentro de la cancha.
Carlos Ortiz Cardoza por su parte era de una solemnidad hasta teatral, acertado siempre y con una corrección de caballero medioeval. Los cuatro han tenido en común que esas venerables señoras de cabellos grises que los llevaron nueve meses en sus vientres fueron las mas recordadas por mucho tiempo; pero el que ha llegado más lejos sin duda ha sido Joel, a quien la FIFA por ser salvadoreño debe vigilar celosamente. Y es tan versátil que sabe bailar muy bien al son que le toquen y en las pistas de baile que sean.
Ejerciendo su profesión en un fútbol que se caracteriza por la lentitud exasperante, debe acceder a latitudes donde la dinámica es intensa y aplicarse al máximo para no quedar fuera de foco. Sin embargo se adapta con suma facilidad, como el avezado bailarín que del ritmo romántico y cadencioso de un bolero, pasa sin inmutarse a los arrebatos delirantes de la quebradita.