Mucho tiempo hacía que en la Liga Mayor de Fútbol de El Salvador no se colgaba el bendito rótulo: “Boletos agotados”. Sucedió el sábado en San Miguel, donde la fiesta fue completa y bien preparada. ¿Podrá repetirse el domingo en la final?
Es obvio que Metapán no lleva tanto público como Águila y que su afición es menor, pero con inteligencia y voluntad se pude diagramar un buen reparto de localidades para que el Cuscatlán pueda tener también ese letrero en las boleterías, tan ansiado por los dirigentes, jugadores, aficionados y todos los que quieren que este fútbol salvadoreño progrese.
En el estadio Barraza se planificó bien, desde la salida del equipo, las pancartas en las gradas y los fuegos artificiales fuera del estadio. Salvo esporádicos hechos de los infaltables e impresentables “pseudoaficionados”, se vivió una fiesta completa en San Miguel. Se puede imitar el domingo en el Cusca.
Solo es cuestión de prevención y organización. Hacerlo sería dar un gran paso adelante en ese sentido.
En lo estrictamente futbolístico, los finalistas fueron los mejores. Adiós al FAS que no tuvo argumentos para dar vuelta el juego y aplausos para el Tecla que vendió cara su derrota en la primera semifinal de su historia.
Simioli estuvo a punto de convertirse en prócer tecleño pero su volea se fue desviada. Y el oficio del bicampeón es cosa seria. Caso de estudio.
Mas allá de ganadores y perdedores, para el domingo el deseo es uno:que el fútbol vuelva a ser una fiesta.